![«Siempre hemos sido animales de directo»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/05/04/anti-kI1--1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Con las canciones de Antílopez, entre otras cosas, puedes danzar y reír, llorar y cantar, sorprenderte y enamorarte, reflexionar y aplaudir. Y con su último trabajo, 'Mutar fama', que presentan este viernes en Murcia, en la sala Garaje Beat Club, el dúo onubense lo demuestra ... con más claridad e inspiración que nunca. Lanzando las etiquetas al río e ignorando las imposiciones de una industria que les necesita más a ellos que viceversa, Miguel Ángel Márquez y José Félix López siguen a lo suyo, viviendo y dejando vivir, disfrutando y haciendo disfrutar, creciendo sin más pretensión que la de mantener la estatura de la autenticidad artística. Únicos en su especie. Hablamos con ellos.
–De la primera canción a la última, 'Mutar fama' es un disco que transmite el aroma de la libertad a todos los niveles. Arreglos, letras, interpretaciones, producción, etc. ¿Cuesta mucho mantener una trayectoria con estos niveles de independencia dentro de una industria de reglas tan fijas e intratables como la musical?
–Esa libertad se tiene mientras haya forma de sufragar gastos. Por suerte van bien los directos, porque en lo digital nos estrangulan los gigantes tecnológicos. Cuesta bastante mantenerse. No firmar con quienes aportan músculo multinacional limita mucho la difusión de un proyecto así. Solamente nos queda la gente que nos va descubriendo y nos recomiendan a amigos y familiares.
–El cambio estilístico es una constante en su trayectoria. ¿Qué es lo que más disfrutan de ese viaje permanente entre distintos géneros musicales?
–La riqueza. La música es maravillosa en su esplendor, culturas, mestizajes, juegos de composición y producción. Es una gozada estudiarla, investigar sus porqués, perderse en una nueva idea, testarla, enriquecerla, proponerla, arriesgarse y ver los resultados al final.
–En sus canciones podemos encontrar ecos que van de Silvio Rodríguez a Kiko Veneno, pasando por Sabina, Juan Luis Guerra y hasta toques del flamenco, soul, pop y rock más tradicionales. ¿Cómo hacen para, partiendo de referentes tan potentes, conseguir un sonido tan personal y reconocible?
–Cuando éramos pequeños nos reíamos mucho con un posible dueto bajo el nombre Kiko Rodríguez y Silvio Veneno. Creo que todavía suena potente (risas). Supongo que lo que lo hace personal o reconocible son las personas que van conociendo a Félix y Miguel. Al principio, y con mucho ensayo y error, todo era bastante experimental, pero ahora no tengo claro si hablar de un estilo. Desde luego, se ha generado una demanda de lo que hacemos en un sector minoritario, sí, pero gourmet. Hay gente que ya espera nuestras formas de contar las historias y agitar algunos avisperos, además de la música y polifonías con las que arropamos las ideas.
–¿Es muy complicado dar forma a un repertorio para el directo cuando cada uno de sus discos tiene una personalidad tan propia y marcada?
–Siempre nos tomamos los discos como una experiencia diferente al directo. Nos gusta usar herramientas que sabemos que luego no estarán. Queremos que la experiencia del disco sea así, con el concepto de producción y estudio. El concierto posterior se compone de las vicisitudes que pasan dos músicos sobre el escenario para interpretar esos temas y con muy poco presupuesto. De hecho, lo hacemos parte del espectáculo, contamos nuestra historia desde nuestro humilde estatus. Con banda, en los festivales masivos, directamente es otro concierto en el que manda más la energía con músicos y menos conversación entre canción y canción. Nadie está en un festival para escuchar a dos personas hablando (risas).
–Por último, y siguiendo con el tema de los conciertos, ¿sienten que las canciones nunca terminan de llegar a la meta hasta que el público no las experimenta por primera vez en directo?
–No exactamente. Se podría vivir perfectamente de hacer música siguiendo el proceso de grabar en el estudio, publicar y disfrutar de las reacciones, escuchas y visionados. Como los últimos años de los Beatles, por ejemplo. Lo que pasa es que siempre hemos sido animales de directo y yendo con lo mínimo. Nos gusta presumir de lo poquito que hace falta para hacer las cosas bien: dos tíos, dos guitarras y el hambre de que la gente descubra que no hace falta tanto artificio ni postureo para disfrutar.
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