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Este viernes me dan ganas de deciros que no me leáis, recomendaros unas cuantas series de plataformas y ordenaros ir al parque a volver a ver las sonrisas de la gente (por fin los dentistas tendran trabajo). Esto me pasa en las semanas laborales que acaban con estrenos con la calidad de una ITV liberiana. Qué pena que no haya habido hogueras de San Juan este año para echar algunas de estas cintas.
'Operación Camarón' fue una de las damnificadas por el COVID. Película retrasada (y no sólo por su fecha de estreno) desde 2020. Tras verla nadie dudará que hemos tenido suerte de librarnos de ella durante un año.
Y eso a pesar de los esfuerzos de Julián López y Miren Ibarguren, en los que recae lo mejor de la película, en una trama improbable sobre un policía pringado que tiene que infiltrarse en un grupo de música para detener a unos maleantes. El humor se basa en ciertos tipismos que rayan lo políticamente incorrecto, y los chistes que hacen reír están todos en el tráiler. Alguien tendrá que explicar a los productores que no todo lo que se dice con acento andaluz tiene gracia.
Ahora os voy a hablar de un film francés que debería haberse hecho en España, no sólo porque se titula 'Envidia sana' (Diaz Plaja ya escribió que era el pecado capital español por excelencia), sino también porque habla de cómo una mujer, de un grupo de amigos de los de toda la vida, precisamente la más sosa y gris, triunfa hasta lo infinito con un libro.
La reacción en cadena que eso provoca entre sus supuestos amigos y familiares es lo que nos cuenta, tratando de desenmascarar las hipocresías y recordándonos lo difícil que es salirse del rol que asumimos todos en nuestros círculos (sobre todo por lo cómodos que nos resultan). Pero esa reflexión, que Allen podría haber clavado mientras nos mantiene una sonrisa, aquí se queda corta a pesar de algunas escenas afortunadas. En realidad hay poco que envidiar en este trabajo.
El estudio metaadolescente de la realidad de nuestros jóvenes con las nuevas redes sociales, es lo que intenta analizar el intento de ¿thirller? que es 'Lucas' (no confundir con la reciente, brillante y tierna 'Luca' de Pixar). Un chico recibe dinero a cambio de sus fotos para que un adulto se haga pasar por un joven de su edad para ligar. No es tan sórdido como parece pero tiene aún menos sentido de lo que pretende.
El atestado de la situación nunca llega a enunciarse del todo, los conflictos adolescentes apenas se esbozan (más allá de las referencias onanistas típicas), y la comedia de jóvenes que a veces se atisba no acaba de arribar. En realidad se queda escasa porque ni tiene la carga sexual de 'Elite', ni la transgresión de 'Euphoria', ni la denuncia de 'Por trece razones'.
Otra que también trata de ganar taquillas con mucho entusiasmo y poco acierto es la superproducción rusa `La novena profecía'. Mezcla miedo, espiritismo y crímenes en un San Petersburgo de finales del XIX, donde una médium encandila a la alta sociedad huyendo de su pasado mientras se suceden asesinatos atroces.
Me voy a ganar el odio de unos cuantos pero ¿cuántos os sumáis a mi si digo que 'La vida es bella' (1997) es más empalagosa que un panettone? Es que '¿Dónde está el truco?' me recuerda a ella porque hay niños, un adulto que parce un crío, un juego de simulaciones y el uso facilón de resortes tiernos para generar la empatía del público. El truco más conseguido de esta película es que compremos una entrada para verla.
'Spirit' (2002), una de animación de Dreamworks, ya me pilló mayor para empatizar con su ñoñería, así que imaginar ahora, que le he dado la vuelta al jamón, que vuelven a contar la amistad entre una niña y su caballo en 'Spirit: indomable'. Las canciones como de Hanna Montana son el remate para que sólo te de deseos de que al pobre animal le acorten el sufrimiento de aguantar a semejante cursi niña sobre sus lomos.
El cine es seguro (algunas de las películas que vemos en ellos no tanto). Que tengamos una semana de cine.
Lo peor de la semana: la tontería de unificar categorías de premios al mejor actor y mejor actriz de otro festival de cine. Lo políticamente correcto no puede suponer caer en lo estúpidamente erróneo (segundo argumento para mis odiadores en este artículo). Lo único que conseguimos con ello es mermar el número de reconocimientos a los actores.
Lo mejor de la semana: el anuncio de una nueva ley del cine por parte del Ministerio. Una modernización que el sector (y la realidad) estaban pidiendo a gritos.
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