![Nicolás de Maya: «La curiosidad me puede»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/201911/29/media/cortadas/nicolasdemayaBC-U70822519266IrH-U908270887040DF-624x385@La%20Verdad-LaVerdad.jpg)
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«La curiosidad me puede», reconoce el pintor y escultor Nicolás de Maya (Cehegín, 1968). «El otro día -añade- iba conduciendo y me pareció ver buitres. Paré el coche y me puse a seguirlos. No sé lo que tardé en llegar al lugar [en el ... campo de Lorca] en el que más de cincuenta buitres estaban devorando los restos de un cerdo. Me quedé allí, recreándome en ese espectáculo, casi tres horas». Pues eso mismo, recrearse viendo el espectáculo, es lo que apetece delante de la obras que componen la nueva exposición del artista, 'Exvotos', que hasta el 15 de diciembre ocupa el espacio expositivo de la Ermita de San Roque, en Fuente Álamo, cuya programación está al cuidado de José Celdrán Peñalver.
¿Exvoto? Ya saben lo que es: «Objeto u ofrenda que se deposita en un santuario o iglesia en agradecimiento a un bien conocido, por lo general, una curación, y suele representar la figura del órgano o miembro sanado». Los exvotos de Nicolás de Maya, creados con óleos sobre tabla, madera tallada y cajas lumínicas que incluyen madera, resina y vidrio, encierran fuerza y enigma, resultan cautivadores y se perciben ancestrales en sus concepción y casi futuristas en su ejecución.
Las obras realizadas expresamente por De Maya para la Ermita de San Roque son, asegura Celdrán Peñalver, «un prodigio estético, técnico y poético». Poemas visuales que invitan a la reflexión del espectador y le ofrecen un caudal de sensaciones y sentimientos con los que identificarse. Obras que han salido de su estudio-vivienda privilegiado, en un rincón señorial del histórico Cehegín, que el arquitecto Javier Peña quiso convertir en un «lugar activo donde las miradas entre paisaje, pintura y arquitectura se realizan de forma intencionada, donde se transita y acampa». En ese espacio, por cuyas ventanas a la vida penetra un aire puro que ayuda a despejar la cabeza y a idear proyectos que el artista convierte en acontecimientos, habita De Maya junto a su mujer y a su hijo la mayor parte del año, espacio temporal en el que siempre se reserva un hueco para regresar -no deja de desearlo- a México, «el país de los infinitos contrastes» en el que reconoce que ha crecido mucho personal y profesionalmente. De hecho, allí aprendió la técnica de los llamados 'retablistas', los artistas encargados de crear los exvotos.
La muerte. La fe. El cuerpo como fuente de dolor. La espera de un milagro. Los misterios del alma. La violencia que anida en cada interior de cada uno, todos de un modo u otro manipulados por la maldad que Joseph Conrad describió, con maestría insuperable, en 'El corazón de las tinieblas'.
Las aventuras vitales que llevan acompañando a De Maya desde hace años, en las que se embarca siempre curioso, y con valentía, le han proporcionado un caudal de imágenes, emociones, interrogantes, tentaciones y sabiduría de las que él sabe muy bien impregnar con sutileza sus obras, en las que siempre habita la vida palpitante del primer Edén y la curiosidad por conocer, también, cuál es la razón de las sombras, aunque a veces, como si de Jonathan Harker despistado en el Castillo de Drácula se tratase, los peligros le acechen. Su mundo pictórico no es ajeno a sus experiencias, ni al color de las decepciones, la pasión, lo desconocido al alcance de tu mano... Un día lo pasó con los indios huicholes, por ejemplo, los últimos guardianes del peyote, «un cactus del que se obtiene el ácido más fuerte que existe». Junto a un profesor mexicano, participó «en un ritual de búsqueda de las puertas de acceso al inframundo y también disfruté de la que llaman ceremonia del venado azul. Se trata de una cacería a la que los participantes acuden en trance. Me pasé una semana sin fumar, comiendo lo que me daban los indios y con la cara abrasada. No se me olvidará en toda mi vida». Por esta y otras muchas experiencias, De Maya da mucho las gracias a la vida. Y, de hecho, en 'Exvotos', la serie llamada 'Agradecimientos' rezuma magia. Incluso trance.
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