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Puerta de acceso al gabinete y dormitorio de José Martínez Ruiz 'Azorín' en la casa-museo de Monóvar.

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Puerta de acceso al gabinete y dormitorio de José Martínez Ruiz 'Azorín' en la casa-museo de Monóvar. Guillermo Carrión/ AGM

El Monóvar literario que contó Azorín

Un itinerario con 'el pequeño filósofo', siguiendo el camino trazado en sus textos

Sábado, 9 de febrero 2019, 12:11

Aprovechando la invitación de Yecla a conocer 'Ciudades literarias', en el ciclo que celebra hasta el 20 de febrero, decidimos, con los textos de José Martínez Ruiz 'Azorín' como guía, descubrir su localidad natal, la «ciudad apacible», Monóvar, de la que es Hijo Predilecto desde 1917.

El recorrido comienza frente al Casino, fundado en 1880 y sobre unos terrenos cedidos por el padre del escritor monovero, en sus jardines se exhibe un busto suyo con el que en 1998 conmemoraron los cien años de la Generación del 98. Recorrer este edificio es más gratificante de la mano de 'Antonio Azorín' (1903), alter ego y origen del pseudónimo del escritor. «Un vestíbulo enladrillado de menuditos mosaicos pintorescos; los montantes de las puertas cierran con vidrieras de colores (...), un salón octógono (...), el gabinete de lectura (...), mesas cuadradas y redondas, de mármol (...), alternando con otras de tapete verde (...); verdes jazmineros cuajados de florecillas blancas festonean las ventanas».

Cojan camino a la plaza de la Sala por la calle J. Quiles Mollà (peatonal y donde se encuentra la Oficina de Turismo y el Teatro Principal). Ya en la plaza central de este pueblo del Vinalopó Medio, productor de vino, mármol y calzado, podrán observar el edificio del Ayuntamiento: «sillares y sillares amarillos», describe en 'Superrealismo', de un edificio levantado en 1845 y de estilo académico, en cuyo interior destaca la escalera de dos brazos; y, en su fachada principal, el balcón corrido del salón de Plenos.

«Monóvar; calles con losas; cuatro, seis, ocho plazas y plazoletas». Salimos de la del Ayuntamiento y nos dirigimos a la Torre del Reloj: «La torre solitaria, aislada; entre las dos colinas, en lo alto de una calleja a la que se asciende por una escalinata»: la calle de La Torre, que muestra este poco habitual reloj exento y civil asomando entre las abigarradas casas; «se yergue ladeada, levemente ladeada; parece que va a caer, y no se cae. (...) La torre del reloj no es un beodo que se tambalea y acaba por caerse; es una fiel amiga, una constante compañera. Descuella sobre la ciudad serenamente». Así describe en 'Agenda' este edificio levantado en 1734 para albergar el reloj (tiene uno solar y otro mecánico) y que sus campanadas marquen el ritmo de la vida de los monoveros. Desde su pie, se contempla el Castillo, erigido sobre un cerro, este edificio almohade (s. XII) conserva parte del alzado de su torre del homenaje.

Continuando por la estrecha calle Colomer en dirección ascendente, enseguida, por la calle Esperanza, coronarán el otro cerro, desde el que se dominan las «tejas curvas, azules, vidriadas» del pueblo; la «interposición de la torre del reloj en el dédalo de tejados».

Están al pie de la ermita de Santa Bárbara, levantada sobre la otra colina del pueblo en el siglo XVIII, de estilo barroco valenciano. A diario sus campanas marcan la hora del Angelus, una tarea que asume con veneración Paco, de la Comisión de Fiestas monovera, cuya amabilidad nos permite observar el interior del templo, el envés de su poderosa cúpula y la santa salvada de la quema en la Guerra Civil por los vecinos.

Fuera, hay que admirar «el pórtico de la ermita de Santa Bárbara; tres arcos; en las fotografías, como una iglesia de Florencia o Padua», coronada con su cúpula de teja azul vidriada. Asómense también al balcón panorámico, que les sirve en bandeja el Vinalopó: «valles, collados, recodos, hondos de soledad y de silencio, gollizos, cañadas. En las cañadas o sobre las lomas pardas, las casas blancas o doradas. Almendros, olivos, higueras», vides con las que Monóvar elabora su afamado Fondillón.

Ya de regreso hacia lo hondo del pueblo, primero por la calle Santa Bárbara y luego por la de Masianet para llegar a la de Salamanca, conocerán la Casa-Museo Azorín, propiedad de la Fundación CajaMediterráneo y fundada en 1969 en la casa familiar del escritor, del siglo XIX, y por su expreso deseo. Es desde esta institución desde donde se promueve la investigación sobre Azorín y su literatura, pero también sobre toda las letras españolas, en especial las de la Generación del 98, de la que, como periodista y crítico literario, Azorín estuvo siempre al tanto. «La casa de Azorín tiene una fachada pequeña, jaharrada de albo yeso, con dos ventanas diminutas. Desde la esquina se divisa abajo, al final de la calleja, el boscaje de un huerto, una palmera que arquea blanda sus ramas, una colina que se perfila sobre el azul luminoso del cielo», la refleja en 'Antonio Azorín'.

La guía

  • Cómo llegar Desde el Altiplano, la localidad alicantina de Monóvar se encuentra a un paso. Desde Yecla, sigan por la RM-424, luego por la C-3223 y continúen por la CV-83 hasta Monóvar (poco más de 45 km). Desde Murcia, cojan la A-7 en dirección a Alicante y tomen la salida 518 en dirección a Aspe y, después, por la CV-84, sigan en dirección a Novelda y luego a Monóvar.

  • Qué visitar Casa-Museo Azorín. C/ Salamanca, 6. Monóvar (Alicante). Casa familiar de la familia de José Martínez Ruiz Azorín. Domingos y lunes, cerrada. Horario: de martes a viernes, de 10 a 14 h.; sábados de 11 a 14 h. Propiedad de la Fundación CajaMediterráneo.

  • Dónde comer Nou Racó. Avenida Comunidad Valenciana, 20. Monóvar (Alicante) 648 164 280. Abiertos todos los mediodías y las noches de viernes y sábados. Menú: de lunes a viernes, 10 euros (aperitivo, ensalada, segundo plato y postre; no incluye bebida). Especialidades: Arroces, gazpachos, carnes y pescados a la brasa y alcachofas al Fondillón. Precio medio: 25 euros.

  • Dónde dormir Hotel-Spa La Romana. Polsegueros 2, La Romana. Monóvar (Alicante). 629 928 874. Hotel rural con spa que ofrece diferentes opciones de alojamiento y escapada. El pack spa (incluye alojamiento y desayuno buffet con zumo de naranja natural, media pensión con opciones vegetarianas y veganas, ritual de baño en el spa) cuesta entre 109 y 142 euros por persona y noche. Más información en info@laromanahotel.es o www.hotelspalaromana.com.

Atraviesen el zaguán y sumérjanse en el universo del autor, desde su juventud anarquista, revolucionaria y republicana federalista, su madurez comprometida con los derechos humanos, su exilio voluntario, su regreso mudo hasta que en 1941 consiguió volver a publicar asiduamente y su vejez conservadora pero siempre en activo y con un rígido horario de trabajo.

Los mayores genios

Aquí están los muebles originales que Azorín usó en su casa de la calle Zorrilla de Madrid hasta sus últimos días: sus dos máquinas de escribir Underwood, su escritorio y la mesa camilla desde la que a diario redactaba críticas cinematográficas, su cama, la cama turca en la que se recostaba por la mañana hasta que recibía a las visitas, los 4.500 ejemplares de la biblioteca familiar (primeras ediciones dedicadas por sus autores). Testimonios de amistad que dejan las fotos que cuelgan de las paredes de esta casa-museo, como los cuadros, originales o reproducciones, constancia de la importancia literaria y periodística de Azorín en el periodo de entreguerras que le tocó vivir. Además, pasearse por el salón, sobre los suelos hidráulicos originales de la casa que habitó desde los 3 años, admirar el altar oratorio del siglo XVIII, en el que, por bula del obispo, se podía hacer misa; observar los muebles de época de la salita de recibir de Azorín y comprobar cómo Monóvar es ciudad literaria no solo por ser cuna del escritor, sino porque por su casa y las calles de su pueblo desfilaron los mayores genios de las letras, empezando por el alicantino Gabriel Miró, y continuando por Pío Baroja, Unamuno, D'Ors, Gómez de la Serna, Vargas Llosa y Cela, por citar algunos. «De Azorín lo guardamos todo», resume el director de la casa-museo, José Payá.

No pueden irse de Monóvar sin probar el Fondillón y, si lo desean, pueden hacerlo en las Bodegas Monóvar, a las afueras, donde se recuperó en 1975 un barril con más de 50 años y perteneciente a la familia, que sigue produciendo este vino hecho con racimos sobremadurados, de 17 grados y 40 gramos de azúcar.

Para poner el punto y final a este recorrido, les recomiendo que pasen por el Nou Racó, regentado por Virginia García Culiáñez, y prueben sus alcachofas al Fondillón, su arroz con conejo y caracoles y sus gazpachos.

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