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Si Cartagena ya es de por sí un atractivo (el mar, la historia, el alma viajera), todavía resulta más interesante un garbeo por el Teatro Romano si Nono García está detrás de la exposición 'Arqueologías'. El pintor muleño, que se prodiga casi tanto fuera de la Península Ibérica como dentro, es el artista que ocupa hasta abril la sala de exposiciones temporales del monumento más visitado de la Región de Murcia. De los 230.000 visitantes que pasan cada año por este simbólico lugar, un buen pellizco recalarán en el universo brumoso de Nono García, dejándose abrazar por esa atmósfera elegíaca que envuelve todas sus reflexiones.
Es asombroso el interés que demuestra por las piezas arqueológicas destrozadas. Hasta el punto de que cuando ve una pieza antigua sin grietas, «¡me entran ganas de romperlas en el cuadro!». En su última gran exposición en el Palacio Almudí, 'Pátina del tiempo', con cerca de medio centenar de piezas, los protagonistas eran relojes de aguja y calendarios. El inevitable correr de los días, toques de atención para recordar que hoy podemos dar nuestro último resoplido. Ahora, el Teatro Romano le ha brindado la oportunidad de acercarse a la arqueología, pasión desvelada en cada objeto escogido. 'Arqueologías' contiene una selección de las joyas arqueológicas de museos de la Región de Murcia, la mayoría en origen de pequeño tamaño que en sus lienzos adquieren el protagonismo para que el espectador pueda recrearse hasta emocionarse.
Dónde Museo Teatro Romano, Cartagena.
Cuándo Hasta el 1 de abril.
Entradas De martes a sábado de 10 a 18 horas. Domingos de 10 a 14 horas.
«En el estudio, si me viene una idea, suelo colgar el apunte que haga por ahí para acordarme de que puede ser un proyecto para futuro. Y eso me pasó con un caballico del Museo del Cigarralejo de Mula, que yo pinté y lo tenía ahí bombardeándome la mente, hasta que surgió esto. Como estamos en el Teatro Romano, tuve la duda de si debía hacer arqueología romana, y como soy muleño y me tira mucho el Cigarralejo, al final lo que hice fue un poco de todo». Así fue como se dirigió a las colecciones de arqueología más importantes de la Región buscando piezas esquemáticas. En esta exposición, de hecho, Nono García ha pintado 38 obras inspirándose en originales del Teatro Romano y del Cigarralejo, pero también del Museo Siyâsa de Cieza, del Arqueológico y de Santa Clara de Murcia, y del Arqueológico de Lorca. Un año estuvo ocupado con esta exposición, avalada por Elena Ruiz Valderas, directora del Teatro Romano; comisariada por Juan García Sandoval, y apoyada, casi con los ojos cerrados, por el arqueólogo Pascual Martínez Ortiz, director de la Fundación Cajamurcia, que escribe en el catálogo que Nono García imprime a las piezas «un valor inédito que trasciende su verdadera razón histórica».
Jarritas de cerámica esgrafiadas, cráteras de columnas, cerámicas ibéricas, ajuares domésticos, altares... con una «impecable precisión», como ensalza García Sandoval, que se muestra atónito «ante el conocimiento y buenhacer» en obras como el Capitel Corintio (cartel de la muestra, por cierto) o el Altar de Júpiter. Sí, es un viaje a través del tiempo, en el que sobresale un mosaico compuesto por pequeños cuadros, que son toda una sorpresa, como la colección de exvotos de caballos y los vasos carenados argáricos. Entre toda la colección no hay apenas representaciones humanas, salvo el pebetero con la cabeza de Demeter-Tanit del siglo III-II a. C. del Arqueológico de Murcia, el Apolo citaredo del siglo I a. C. y las muchachas en actitud de marcha o danza en el altar circular del Teatro Romano. En general, indica Ruiz Valderas, el relato es «un gran puzle» de retazos de la historia de España.
Dedicado por completo a la pintura -ya dejó atrás sus tiempos como dependiente de El Corte Inglés-, Nono García consigue traducir el idioma de la arqueología a la pintura, en piezas que son casi monocromáticas, como el barro y la piedra. Aunque empezó pintando en blanco y negro, el paso del tiempo es también la evolución hacia el color, y aquí lo deja ver. Es un pintor de brumas y nostalgias, que no despista con derroches de tintes en las telas. Esta vez (el 24 de febrero, y el 2 y 23 de marzo hará de guía a quien lo desee, a las 12.30 horas) ha intentado la transcripción más poética de nuestra memoria.
«Esta muestra brinda una clara oportunidad para pensar en la inexorable labor que ejecuta el tiempo, ese «gran escultor», como quería Marguerite Yourcenar, que puede alentar que estatuas de la Antigüedad, tras pasar por fases alternativas de adoración, admiración, amor, desprecio o indiferencia, de forma paulatina vuelvan no ya a una condición de ruina vulnerable sino al estado de mineral informe, al bloque pétreo del que las había conseguido arrancar hacía siglos el artista». :: PASCUAL MARTÍNEZ
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