Iván Ferreiro abre las puertas de sus trincheras musicales

Y es que, si bien siempre resulta un ejercicio algo injusto y debatible el ordenar una carrera de menos a más, a nadie se le escapa que este último álbum se podría entender (y sentir) a la perfección como una preciosa, compleja y radiante meta lograda tras varios pasos que, incluso en las paradas menos compactas del camino, ya habían dejado un número considerable de tesoros. Desde su inolvidable debut de 2005, un 'Canciones para el tiempo y la distancia' que sigue encogiendo el corazón, Ferreiro ha ido manejando su carrera con una admirable calma, una personalidad a prueba de balas temporales, las más decisivas, y esa sensibilidad inconfundible que araña su garganta y nuestra memoria. Si la urgencia o el peso de las expectativas han ejercido su cruel presión en algún momento, no se ha notado ni una pizca.

Al fin y al cabo, hablamos de un artista que ha sabido elevar sus escondites íntimos a refugios universales, los gritos de sus demonios en habitaciones con ventanas abiertas y sábanas blancas, su melancolía invernal en orillas de septiembre. Todo ello, además, sin caer en las tentaciones de la nostalgia barata, el truco fácil o los castillos de arena y fuegos artificiales que solamente sirven para enredar, ensuciar y taponar oídos y recuerdos. Iván Ferreiro va a lo suyo, que ha terminado por ser lo nuestro. En Molina de Segura, sobre el escenario del B-Side Festival, nos abrirá de nuevo las puertas de su trinchera.