Dos hombres y un destino: propagar la religión del rock

Esta noche.

Quince años después de su debut discográfico, el foco mediático parece haberse alejado un tanto de Arizona Baby, el trío vallisoletano reducido a dúo por 'exigencias del guion' y hoy en directo formado por el virtuoso guitarrista Rubén Marrón y el jefe Javier Vielba –aka El Meister–.

Lo cierto es que su último álbujm, 'Sonora' (Subterfuge, 2018), ni mucho menos desmerece por más que la novedad ya no juegue a su favor. No obstante su buen hacer en aras del folk rock americano, el acento rockabilly, los ramalazos country, los desvaríos de la psicodelia del desierto, algún tic deudor del grunge o su innegable devoción por los pantanos del blues, siempre ha sido el directo el punto fuerte de una banda cuyo líder ejerce como maníaco predicador de las buenaventuras de la religión del rock. ¡Alabado sea T-Bone Walker!

Sea como fuere, siempre es de agradecer la entrega en escena, aunque sentados y sin mover el esqueleto parezca menos, de unos tipos que nunca pondrán sus barbas a remojar por más que se las corten al vecino. O al cuñado listo. Un directo de Arizona Baby –en trío o en formato de 'guitar duo', como es la ocasión– siempre es una invitación a salir de la rutina, a entrar en un universo polvoriento pero sin serpientes de cascabel, a dejarse avasallar por un torrente de comunicación directa, una marcianada pese a sus raíces bien reconocibles. ¡Están locos estos romanos! Pues los vallisoletanos ni te cuento. Aunque en estos tiempos raros, igual resultan de lo más cuerdo.