Los extraterrestres nos invaden (otra vez) en 'Nación cautiva'

En un mundo paralelo sin Coronavirus, este puente del Pilar tendríamos un menú amplio de películas taquilleras o buenas (no es excluyente, pero sí extraño). Pero como estamos en este mundo, nos tenemos que conformar con estrenos tardíos, que en otro tiempo serían de relleno, y sin estrellas.

'Nación cautiva' tiene un único gran aliciente llamado John Goodman, que es de esos actores de carácter que llenan la pantalla. Máximo atractivo de una película que nos cuenta como los alienígenas dominan la tierra, pero en vez de centrarse en la invasión nos cuenta la ocupación, como en la serie ochentera «V», donde los humanos son capaces de lo mejor, la resistencia, y de lo peor, el colaboracionismo.

Tras verla uno entiende que hayan tardado año y medio en estrenarse en España, y porque fue un fracaso de taquilla, recaudando 8 millones de los 25 que costó. Aunque la realización no está mal algo no termina de funcionar, quedándose más cerca de 'Amanecer rojo' (1984) que de 'La guerra de los mundos' (2005).

Hay oficios que tienen su aquel, como el de afilador de lápices de Ikea, y también el del protagonista de 'The vigil', que consiste en velar toda la noche a un muerto (el trabajo que todo niño sueña tener). El contratado es un chico descreído que se ha alejado de sus tradiciones ortodoxas al que piden que haga ese servicio.

Lo que ocurre es que la casa donde lo vela es tan tranquilizadora como un museo de la tortura, y la anciana que la habita es tan inquietante como los abuelos de 'La visita' (2015). La puesta en escena es muy teatral, y está llena de sustos de esos que te hacen saltar de la butaca. El trasfondo de la cultura ortodoxa es un elemento diferenciador de otras, pero no logra justificar, pasada la primera media hora, lo rutinario del terror.

Francois Ozon es un director interesante que, aunque revisita los mismos temas una y otra vez, es capaz de hacerlo desde perspectivas diferentes. Ahora nos presenta, recién traída del Festival de San Sebastián, lo mejor que ha escrito y dirigido en los últimos años, 'Verano del 85'.

En ella nos cuenta la amistad romántica que surge entre dos chicos el verano del título. Allí encontramos el adanismo propio de la adolescencia, la pasión de Romeo y Julieta, el descubrimiento del mundo, las ansias de vivir, el postureo fatalista, el primer amor (que es siempre el más puro), a lo que se suma el amor prohibido de los dos muchachos, incluso para sí mismos, que es la peor de las prohibiciones. El resultado habría sido más redondo si no supiéramos el final desde el principio, aunque se hace perdonar con una fotografía luminosa. A mí me recordó al amor fou de 'Primer verano' (2000).

Ahora os voy a hablar de un estreno que os aseguro que no tendréis necesidad de sentaros sobre las palmas para no aplaudir, ya que 'Como perros y gatos 3' es tan deleznable como las dos partes anteriores.

Si alguien no ha visto ninguna de ellas (gente con suerte), les digo que son una serie de comedias infantiloides que usa la supuesta eterna lucha entre las dos mascotas preferidas del ser humano, para pergeñar lo que los más osados considerarían un argumento. Ni me molesto en contaros de qué va la 3. Creo que es algo de espías, o guerra, o yo qué sé. Si vuestros hijos han quemado la alfombra o compartido la mascarilla y necesitan un escarmiento, llevadlos.

La otra para críos de hoy es un poco más digna y se llama 'El arco mágico'. Un film de animación con un delfín de protagonista, que descubre un arco que convierte en más grande a los peces que lo cruzan (si lo pillan las empresas de alargamiento del pene, se forran). Diversión sin compromiso. Aunque está sin confirmar, creo que no hay canciones, lo que es un punto a su favor.

Que tengáis una semana, y un puente, de cine.