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La cartelera se pone esta semana más tensa que un gobierno de coalición por la abundancia de thrillers que se asoman a las pantallas, alguno de ellos con buena factura. También viajamos a la España de los ochenta, en un revival que cada vez está más de moda (¡cuánto daño ha hecho 'Cuéntame cómo pasó'!). Y extrañamente no tenemos ningún título de terror, debe ser que de eso ya se encarga la realidad.
El primero es 'El espía inglés'. Tengo que reconocer que me encantan las películas y las novelas de espías, y que John Le Carre es para mí como 'El juego del calamar' para Netflix, así que me disculpareis que no sea objetivo con esta película inglesa. Benedict Cumberbatch encarna aquí a un hombre corriente que en los años sesenta del pasado siglo fue fichado por el servicio secreto, precisamente por su apariencia anodina, para trabajar en la URSS.
Es una historia real llevada al cine, que nos recordará a otras obras de agentes secretos en las antípodas de 007. Lo mejor en esta, además de las evidentes buenas interpretaciones, es una puesta en escena y un tempo muy bien llevado por el director, que te hace sentir agobio y nervios cuando debe. Por cierto, el que hace los tráiler de las películas de Almodóvar (que al verlos te entran deseos de correr en dirección contraria a la taquilla) ya podía ver el de 'El espía inglés' para aprender a hacerlos. Comprobadlo.
Hubo un tiempo en que un estreno del director Ridley Scott (responsable de 'Alien' (1979), 'Thelma y Louise' (1991), 'Blade Runner' (1982) o 'Gladiator' en el año 2000), habría encabezado este artículo. Pero como lleva años que trabaja nadando en una esplendorosa decadencia, el que llegue a nuestras pantallas su último trabajo, 'El último duelo', sólo nos produce nostalgia de glorias pasadas.
Una producción histórica a todo lujo, situada en el siglo XIV, cuando una mujer se atreve a denunciar la violación a la que ha sido sometida por el mejor amigo de su marido. Sin leyes de igualdad ni Me Too, la única manera de solventar el asunto es a través de un duelo a muerte entre ambos. Por mucho que el guion lo firmen Matt Damon y Ben Affleck, por mucho que ellos actúen en ella acompañados de Adam Driver y Jodie Comer, por mucho que sea la adaptación de una novela histórica, por mucho que la aventura funcione, por mucho que cale el mensaje feminista, la cosa no termina de tirar, y demuestra (como en los fondos de inversión) que buenas películas pasadas no garantizan buenas películas futuras.
Os dije antes que viajábamos a los ochenta, como en la reciente 'Las leyes de la frontera', una década algo idealizada por algunos (yo estuve allí y no le encontré el glamor quinqui y camp que algunos le ven, aunque es verdad que no padecíamos Halloween). Esa senda sigue 'El sustituto', protagonizada por Ricardo Gómez y Vicky Luengo.
Un policiaco donde un agente que está de vuelta de todo y ha visto de todo, es trasladado hasta un pueblo donde un asesinato le lleva a desenmascarar un asentamiento de viejos nazis, lo que le generará unos cuantos problemas. Una mezcla forzada de 'La isla mínima' (2014) y 'Los niños del Brasil' (1978). Oscar Aíbar, su director, firma un film de género con algunas carencias, la fundamental es confiar todo al carisma de un protagonista sin carisma.
El otro viaje a los años ochenta es con 'Érase una vez en Euskadi'. Un relato de vacaciones adolescentes con el filtro amargo de una tierra que en aquellos años pasaba un momento convulso, un País Vasco más triste que Europa sin Merkel, con la reconversión industrial y los diarios asesinatos de ETA. En ese ambiente irrespirable unos chicos empiezan su adolescencia al margen de todo lo que les rodea (al fin y al cabo un verano es un verano). El relato de crecimiento y el diseño de producción son lo mejor de una película atípica, y por eso mismo necesaria.
Uno de los problemas del abaratamiento de las producciones de dibujos es que cualquiera puede hacerlas. Ese es el pensamiento que me viene a la mente cuando veo 'Una familia feliz 2', una de animación infantil (en sentido bueno y malo) alemana, mezcla de 'La familia Adams', 'Tadeo Jones' y 'Hotel Transilvania'. Lo que cuenta son las peripecias de una familia que tiene como súper poder convertirse en monstruos para lograr salvar a un miembro de ellos. La moraleja es la conclusión a la todos hemos llegado cuando pasamos la adolescencia: que queremos a nuestras familias no por cómo son, sino a pesar de como son.
Que tengáis una semana, y un día de todos los santos, de cine.
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