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Paletilla de cordero con patatas, el plato estrella de El Antoñín, en la pedanía murciana de Torreagüera. M. BUESO
Restaurantes en Murcia | De cuchara y al horno

De cuchara y al horno

La paletilla de cordero de El Antoñín y los guisos tradicionales convierten a este restaurante de Torreagüera en un oasis entre limoneros

SERGIO GALLEGO

Sábado, 20 de abril 2019, 09:52

Las patatas que han acompañado a la pata de cordero en el horno bien merecen el viaje a El Antoñín que, según desde donde vengas, o te queda retirado o te queda muy retirado. En medio de la huerta de Torreagüera, entre limoneros, el bar da servicio de desayunos, terraza a los cafés y partidas de dominó de la tarde y los fines de semana, una alternativa de mantel de tela o de dos cervezas y un picoteo para los vecinos de la zona.

Como digo, la carne de la pata es suave e hidratada, con toques tostados, bien dorada, pero no seca. Realmente estupenda. Pero las patatas no son normales. Posiblemente, este sea uno de los platos estrella de este oasis entre limoneros, aunque hay muchos más que no debemos perdernos.

Con enjundia encuentro la pelota con caldo potente, casi denso, de esos a los que no sabes si ponerle un poco de limón para no perder el sabor. Muy rico. El camarero me ofrece unos pimientos asados con ajo y aceite para cortar la espera de dos de los platos más recurrentes de la propuesta del restaurante: morros de ternera y rabo de toro en salsa. Los primeros mejoran con las gotas de limón que le he negado al caldo y los voy maridando con un tomate 'partío' con dos dientes de ajo crudos laminados y unos frescos y plateados boquerones en vinagre que me van limpiando la boca tras cada cucharada de morros. El rabo ha llevado una cocción más que suficiente. La carne se despega del hueso con tanta facilidad que me es imposible agarrarlo con dos dedos para repelar las partes que se quedan pegadas en los surcos del hueso. Delicioso, con una salsa bien redondeada con un buen chorro de salsa de soja que hace el bocado más umami, aunque echo de menos una buena porción de patatas fritas en dados o en juliana que empapen bien en la salsa.

Es importante entender que el local no dispone de carta, ni de platos ni de vinos, por lo que es el camarero quien va cantando lo que hay disponible. Todos los días se hacen varios guisos, algunos repiten siempre y otros van rotando para mayor disfrute de la parroquia.

Carne de alta calidad

El servicio de camareros es cercano, ágil y agradable, sin muchos detalles técnicos, pero más que correcto. Por lo visto, El Antoñín llegó a tener banda de música en directo los sábados por la noche junto a un menú cerrado en un gran salón que tienen pensado para eventos multitudinarios, pero ahora ese tipo de celebraciones se han quedado en 'stand by'.

A falta de las patatas del rabo, pido las típicas patatas al ajo cabañil. Aunque puede que a los más vinagreros se os quede flojo el sabor del aliño, tanto la calidad de las patatas nuevas, como el resultado final, sin pizca de aceite y de olores rancios, es de un nivel muy alto. Deliciosas.

Más flojas encuentro las costillas de cordero a la brasa. Doradas, pero no crujientes por la parte de la grasa y pasadas de cocción, aunque la carne es de alta calidad, a tenor del sabor que desprenden, en la cocina no han hecho todo lo que sabían.

Para terminar, un abanico de postres caseros en el que encontramos un tocino de cielo tan rico que me quedo con las ganas de pedir la receta. Lo acompañan con uno de esos aborrecidos cordones de nata montada de bote, pero vamos, nada que no podamos evitar con un ligero movimiento de cuchara.

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