![Moisés P. Sánchez: «Cada concierto es igual y distinto a la vez»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202211/18/media/cortadas/moisanchez-franjimenez-kBTE-U180749862854ddG-1248x770@La%20Verdad.jpg)
![Moisés P. Sánchez: «Cada concierto es igual y distinto a la vez»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202211/18/media/cortadas/moisanchez-franjimenez-kBTE-U180749862854ddG-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Explorar y liberar. Descubrir y asombrar. Caminar y sobrevolar. Transformar y conversar. Crear, detonar y reconstruir. Admirar y moldear. La carrera de Moisés P. Sánchez, uno de los compositores, productores, arreglistas y pianistas más interesantes de la actual escena musical a nivel tanto nacional como europeo, está marcada por estos verbos que se unifican en la sensación de inquietud constante. Amante apasionado de la improvisación y experto en la modalidad de salto de longitud entre géneros musicales, el madrileño llega a la cuadrégima primera edición del Cartagena Jazz Festival dispuesto a reinventar desde su particular universo creativo las quince invenciones para teclado de J.S. Bach. Charlamos con Moisés antes de que se suba al escenario acompañado por Pablo Martín al contrabajo y Pablo Martín Jones en la percusión.
Cuándo: Viernes a las 20:30 horas.
Dónde: Nuevo Teatro Circo.
Cuánto: 15€ (13,20€con descuento en oferplan.laverdad.es
–¿De qué forma surgió la idea de llevar a cabo un reto tan mayúsculo como el de reinterpretar estas piezas magistrales de Bach?
–Bach siempre me ha dado mucho respeto, pero el director de la Fundación Juan March, Miguel Marín, me llamó hace unos años para ofrecerme el proyecto de revisitar a este creador desde mi perspectiva y propuso las invenciones porque le parecía un buen punto de partida. Así surgió. Eran unas composiciones que yo había tocado de pequeño y me animó mucho poder volver a ese material casi veinte años después, así que empecé a trastear con ellas y se terminó convirtiendo en 'Bach (Re)Inventions', uno de los discos de lanzamiento del nuevo sello de la Fundación.
–¿Cómo definiría el reencuentro con estas obras tantos años después?
–Por mi forma de ser, uno de los retos era ver el modo en el que trabajaba con cada una de las quince invenciones para que tuvieran una personalidad distinta y reflejaran una parte de mí. No intenté versionar a Bach porque sí, trataba de mostrarme a través de su música y traerla hasta el siglo XXI.
–¿Con el don de la improvisación se nace o hablamos de una capacidad que se puede (y debe) obtener a través del trabajo y la constancia?
–Requiere de un trabajo durísimo. Puedes tener más o menos facilidad por genética o por esos intangibles que hacen a cada persona distinta, pero la improvisación se basa en toda una vida de estudio. El objetivo es no pensar en lo que estás haciendo cuando estás improvisando. Las carreras de los grandes improvisadores se basan en años y años dándole importancia a por qué una nota sí o por qué una nota no. Es un trabajo de mucho tiempo y muy exigente.
–A la hora de ejecutar esa improvisación, ¿es más importante dejarse llevar o mantener la concentración al máximo?
–A nivel neurológico, es uno de los procesos más interesantes por los que pasa una persona en un escenario, porque pasan ambas cosas. Además, corres el peligro de que tu discurso a través de la improvisación pueda no ser emotivo o lógico si razonas excesivamente lo que estás haciendo. Pero, a la vez, si no estás concentrado en la razón por la que estás tocando lo que estás tocando, también puede que no llegues a buen puerto. En cierto modo, cada concierto es igual y distinto a la vez, y eso es lo apasionante de la improvisación.
–Ya había trabajado anteriormente con partituras de otros autores tan imprescindibles como Beethoven o Stravinsky. ¿Fueron procesos similares o cada uno requirió de un trabajo específico al cien por cien?
–Sí y no. Es muy interesante la pregunta porque, por ejemplo, la música de Bach es muy contrapuntística y se ve desde un punto de vista horizontal, siendo métricamente muy uniforme, así que el reto era modernizarla rítmicamente, romper los tiempos y añadir proposiciones métricas que no fueran continuas. Por su parte, en Stravinsky hay muchas cuestiones que entroncaban muy bien con el rock y en Beethoven el desafío era más desde la técnica y lo pianístico. Cada compositor te sugiere cosas distintas, pero todo te conduce al mismo sitio: sacar lo que tú tienes dentro a través de sus músicas. El denominador común es intentar que ellos sean vasos comunicantes para que la gente te vea a ti.
–Más allá del público que acuda a su concierto, conociendo en profundidad tanto su trayectoria como la obra de Bach, ¿qué sensación le gustaría dejar a las personas que se acerquen esta tarde a descubrir su propuesta?
–La misma que lograron conmigo los distintos artistas a los que he visto, descubierto y admirado a lo largo de mi vida: que me emocionen y me hagan querer ser mejor ser humano. Es una de las cosas más bonitas que puedes lograr desde el escenario y una de las razones por las que nos dedicamos a la música. Si conseguimos eso, el concierto ya habrá merecido la pena.
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