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PEDRO SOLER
Viernes, 16 de marzo 2018, 01:14
Lleva «un tiempecito, unos veintitantos años, en este mundo del arte, y continúo dando guerra, algo que considero muy importante, porque si no, el arte se convierte en un tipo de oficio en el que es preciso buscarse aventuras». Lo afirma Alberto Peral (Santurce, Vizcaya, 1966), escultor que, allá por los noventa, empezó a situarse, sobre todo en Barcelona. Y entre sus posteriores y numerosas presencias en Madrid, una exposición en el Museo Reina Sofía. En la galería Art Nueve presenta 'Calambur', serie de obras en mármol «que tienen como punto de partida utilizar las formas más cilíndricas. Para ello, desgajo unos fragmentos de piezas y, simplemente, a partir de esa forma original, voy creando obras que se van relacionando entre sí. Están cortadas de forma muy sencilla, longitudinalmente. Son piezas diferentes, pero tienen entre ellas una unidad porque salen como del mismo tronco». Debido a su sencillez, «es preciso hacerlas con cortes muy precisos, y busco dejar los elementos de corte de modo evidente. Son piezas también de corte matemático, que quizá tiene la precisión de la joyería, con planos muy rectos».
¿Por qué este tipo de escultura, de apariencia tan fría? «Cada cual tiene una intencionalidad, y en mi caso aparece quizá por el uso de unos materiales que utilizo con una piel especial. Puede tener que ver con mi tradición de escultura vasca, pero también del tiempo que pasé en Italia. En Murcia me ha fascinado mucho un detalle de la torre de la catedral: las columnas de la torre, que son blancas, del mismo mármol que yo utilizo. Todo el templo tiene ese color terroso, y las columnas cilíndricas son los únicos elementos blancos. De repente, advertí como una relación con las piezas que yo presento en mi exposición».
Dónde Art Nueve (Gutiérrez Mellado, 9. Murcia).
Horario: De lunes a viernes, de 9.30 a 13.30 y de 16.30 a 20.30 horas; sábados, de 10.00 a 13.30 y de 17.00 a 20.30.
Cuándo: Hasta el 8 de abril.
Considera Alberto Peral que sus obras responden a «una mezcla de trabajo pasional y mental. Creo que el mejor arte tiene que ver con un trabajo conceptual, con tener una idea muy precisa de lo que uno quiere hacer y expresar; y, por otro lado, tiene que surgir algo que goce de un trabajo emocional, de trabajar el material con sensibilidad». Que se trate de piezas de pequeño tamaño no entraña que Alberto Peral se acobarde ante otras de mayores dimensiones. «Lo que sucede es que las piezas grandes significan más producción de materia; pero las que ahora expongo tienen que ver con el espacio, porque son las que me han parecido más adecuadas para esta sala».
¿Dónde encuentra la mayor dificultad? «Aunque siempre existe una dificultad técnica, yo creo que la mayor para un artista está en poder contar y expresar, al cien por cien, lo que deseaba contar. Ahí está la batalla». ¿Para que lo capte mejor el espectador? «Se está pendiente de él. De no tener espectadores, la labor del artista tampoco tendría sentido porque las piezas se activan cuando las miran. Para mí es muy importante la relación entre el espectador y las piezas, aunque estoy seguro de que las interpretará como a él le apetezca, y con la sensibilidad que tenga o con lo que le haya pasado ese día. Seguro que les podrá interesar a su manera, que no siempre será la mía, porque en unos casos se acercará más y en otros, menos. No sé qué sucederá exactamente».
Considera que utiliza materiales muy normales para conseguir unas esculturas que «no están sobre peanas, porque me gusta colocarlas en el espacio expositivo limpio, dentro de un ámbito que quizá yo no sé definir. Me gustaría que el público las viese tranquilamente, porque, a veces, cuando el espectador ve obras de arte contemporáneo, piensa que no las va a entender. Hay que desprenderse de esa idea preconcebida y disfrutar. El problema de la gente es que piensa que no entiende. Hay que entrar a las salas sin prejuicios y preguntar si hay que preguntar. Una de las cosas que más me atrajo del arte es que yo no lo entendí. Y lo que me llevó a él fue, sin embargo, mi interés por preguntar qué era eso, qué estaba viendo, por qué se hacía...».
No niega Alberto Peral que el tipo de obras que realiza puedan estar relacionadas con las de otros artistas, «que son compañeros míos, tanto de generación como de inquietudes, porque con ellos encontré, posiblemente, unas cuestiones que me preocupaban, que me interesaban. No me siento nada individualista, y no tengo esa necesidad de ser superespecial». Pese a su veteranía, reconoce que «todavía hay obras que salen muy fáciles y otras superdifíciles. Cada una es un mundo. Cada pieza y cada forma tienen una vida propia, con la que estás en diálogo. No solo estás tú; también la pieza te marca por su peso, su volumen, su presencia... Es un diálogo en el que ahora me muestro más respetuoso; pero antes, cuando todavía no tenía un conocimiento exacto de la materia, me daba golpes contra la pared. O de cincuenta piezas que intentaba hacer, salvaba una».
En la exposición de Alberto Peral, el fragmento es algo roto, separado, disociado, perdido. Volver a activar su significado puede llegar a ser una tarea imposible, pero, ligado a otros fragmentos, puede crear asociaciones, reconocer lo que fue, o sentir, al menos, el vago recuerdo de lo que se nos escapa.
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