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Wagner Moura y Brian Tyree Henry en 'Ladrones de drogas'. Jessica Kourkounis
'Ladrones de drogas', compañeros de fatigas e intrigas

'Ladrones de drogas', compañeros de fatigas e intrigas

Dos viejos amigos se dedican a robar a narcotraficantes disfrazados de policías en el nuevo drama criminal de Apple TV+

Sábado, 5 de abril 2025, 00:05

Quienes nos criamos como espectadores en los años 80 y 90, echamos de menos las buenas 'buddy movies', las películas de colegas donde dos individuos, a priori antagonistas, se hacen amigos a la fuerza para afrontar alguna inesperada aventura: un atraco, un caso policial o cualquier enredo monumental. Con caracteres frontalmente opuestos, como los grandes duetos cómicos, con un tipo más listo que el otro, aparentemente, estos compañeros de fatigas se meten en líos y pueden acabar siendo los héroes de la función, aunque sus primero pasos en la historia, habitualmente cine de acción, indicaran lo contrario.

Generalmente, uno es más bruto y chistoso que el otro, más cerebral y comedido hasta resultar aburrido, en un equilibrio perfecto. La unión hace la fuerza frente a la adversidad y desata el humor de contraste. Títulos míticos como 'Superdetective en Hollywood', 'El último boyscout' o 'Tango y Cash' pertenecen a esta corriente de entretenimiento audiovisual. 'Ladrones de drogas', uno de los recientes estrenos más destacables de Apple TV+, la plataforma que cuida la calidad de su oferta hasta el punto de resultar deficitaria -la compañía de la manzanita se lo puede permitir-, atiende a la fórmula descrita, pero le da la vuelta sin contemplaciones, como si buscase su cara siniestra.

El dúo protagonista se hace pasar por la policía, concretamente por agentes de la DEA, para tirar de un patadón las puertas de las casas donde se esconden narcotraficantes de poca monta a los que pueden saquear sin escrúpulos. Se llevan la pasta y las sustancias sospechosas para su propio beneficio, mostrando unas placas falsas y una escopeta de cañones recortados. Entre gritos, la lían parda.

'Ladrones de drogas' comienza haciéndonos creer que los dos mangarranes que charlan de sus cosas en el coche son polis de verdad al inicio de su entrega de arranque, pero pronto se descubre el pastel -no estamos firmando un espóiler-, retorciéndose la trama. Los viejos amigos son criminales de poca monta, algo cobardes, que se meten en un berenjenal al asaltar a alguien que no deben. Se equivocan a la hora de estudiar un laboratorio clandestino de estupefacientes. Lo que parece un blanco fácil acaba siendo una cuestión de vida o muerte. Destapan, sin quererlo, como si tal cosa, una red de tráfico monumental. Meten el dedo en el ojo a una cuadrilla de villanos implacables.

Basada en la novela de Dennis Tafoya, con ocho capítulos de extensión en su primera temporada, firma como showrunner Peter Craig, presente como coguionista en los créditos de películas como 'The Batman' o, atención, 'Top Gun: Maverick'. La dirección abre fuego con un nombre que nos suena de algo, el mismísimo Ridley Scott -¿de dónde saca el tiempo este hombre?-, mientras Brian Tyree Henry ('Eternals') y Wagner Moura, Pablo Escobar en 'Narcos', encarnan a los pobres sujetos que meten los pies en arenas movedizas tras un golpe impredecible.

Marin Ireland (The Umbrella Academy), Kate Mulgrew (Star Trek: Prodigy), Nesta Cooper (See), Amir Arison (The Blacklist) y Ving Rhames ('Misión: Imposible') completan el efectivo y enérgico reparto principal.

El lado oscuro del sueño americano

Tensión, acción y drama, mucho drama, es lo que propone la ficción, un paseo por el lado oscuro del sueño americano donde explotan terribles secretos y se plantean curiosos dilemas éticos. En esta 'buddy movie' de mal rollo la toma de decisiones fallidas empuja a los protagonistas a una espiral de problemas donde se juegan el pellejo a cada paso.

La exploración del crimen urbano que pudre EE UU es otra baza de la serie, donde brillan los actores protagonistas, elaborando unos perfiles psicológicos exultantes. Grandes intérpretes en una propuesta que va perdiendo fuerza en su clímax, exhibiendo un ritmo que pega tirones cuando toca. Hay energía actoral, con un rumbo inestable que no molesta en exceso. Se deja ver si aceptamos su tono especial y una fotografía deliberadamente sombría.

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