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La serie más bruta del momento, con las escenas más salvajes y sangrientas, no es una propuesta de terror. El slasher televisivo más crudo y visceral, sin humor negro que lo suavice, es un thriller por capítulos que por fin se estrena en nuestro mercado, ... casi de tapadillo, de la mano de SkyShowtime. Hablamos de la esperada segunda temporada de 'Gangs of London' -filmada desde la pandemia-, donde los psicópatas van con traje y corbata y son miembros de bandas criminales que manejan el cotarro, los negocios sucios y su blanqueamiento. El show de tensión, hemoglobina y vísceras deja a la altura del betún a propuestas en la misma senda como 'Clanes', de reciente estreno, donde varios narcotraficantes se reparten el pastel envenenado. Hasta 'Narcos' puede parecer descafeinada al lado de la guerra por el territorio entre organizaciones mafiosas que se desata en la capital de Inglaterra.
Si en la sesión inicial, empapada de adrenalina, algunos personajes principales pasaban a mejor vida, con un clímax arrollador, en la continuación hay sorpresas, mala hierba nunca muere, y se incorporan nuevos personajes con insanas intenciones. La lucha por el poder se recrudece, nadie puede fiarse de nadie, la traición es moneda de cambio y la violencia parece ser la única manera de comunicarse entre rivales. De nuevo destacan las escenas de acción, explícitas y dolorosas, con algunas pasadas de rosca no aptas para estómagos débiles. Apartar la mirada de la pantalla es una opción en más de una ocasión, ante el gore desbocado.
Ocho capítulos conforman la nueva temporada de 'Gangs of London', que se pierde en la narrativa más que su predecesora y pone toda la carne en el asador en los ajustes de cuentas y batallas campales entre gánsteres de diferentes etnias y nacionalidades. El adjetivo slasher, etiqueta sobada en el cine de terror, viene de cuchillada o corte en inglés. Si en conocidos títulos de género como 'Viernes 13' o 'Scream' está claro el empleo de este anglicismo a la hora de describir las carnicerías de adolescentes en celo bajo el yugo de todo tipo de objetos punzantes, en la serie que nos ocupa cualquier herramienta o elemento es susceptible de ser utilizada para acabar con la vida de algún enemigo revoltoso. Matar o morir.
Las secuencias de acción, coreografiadas con desigual garbo, nutren una angustia creciente que traspasa la pantalla. Hay giros en el guion poco creíbles, personajes que aparecen por arte de magia donde tienen que estar para salvar el pellejo ajeno o armar un cliffhanger. Decisiones absurdas que dan pie al enredo continuo, asesinatos inesperados en un ambiente de caos, cadáveres andantes salvados por la campana y tropezones tácticos de difícil asimilación. Hay que dejarse llevar por la precipitación de acontecimientos en una catarata de crímenes sin remedio para disfrutar con las peleas físicas y verbales entre bandos contrarios y familias disfuncionales. Las cantidades industriales de drogas ilegales que van de mano en mano, respondiendo a estrategias rocambolescas, tras robos entre iguales y mil argucias, alimentan el suspense mientras va sumando cifras el imparable contador de muertes. El body count no descansa, de tal manera que uno de los pasatiempos fundamentales durante el visionado de la serie es apostar a ver quién sobrevive a la masacre.
'Gangs of London' da lo que otras series tardan en ofrecer, 'La casa del dragón' mismamente, a la que le ha costado que corra la sangre (de verdad). En todos los episodios de la serie hay alguna ultraviolenta set piece, aunque el nivel no es el mismo que el mostrado, con nota muy alta, en la primera temporada, donde brillaba tras la cámara Gareth Evans, máximo artífice de 'The Raid' -estrenada en su momento directamente en formato doméstico bajo el fallido título en castellano 'Redada asesina'-, un clásico del cine de género y las artes marciales. Toma el relevo como director principal Corin Hardy, director de 'La monja', horror para multisalas con el sello Bloomhouse. Tampoco está Xavier Gens, y se nota. La puesta en escena, menos contundente, se suple a base de cubos de sangre. El empaque visual sigue siendo llamativo, combinando las escenas dramáticas y los diálogos intensos con las secuencias de acción, buscando el enganche del espectador. Hay posibilidad de adición.
Hardy, vinculado al terror con 'The Hallow', firmaba algunas entregas de temporada original, más densa y mejor construida. Esta vez las rivalidades estallan por un vacío de poder y un nuevo jugador en la partida, interpretado por Waleed Zuaiter. Siguen los traumas, el narcisismo y las sangrías, físicas y emocionales. Golpes, cortes, disparos, ahogamientos… El clan de los Wallace se tira de los pelos e intercambia machetazos con albaneses, georgianos, kurdos… Una ensalada de tiros y montañas de farlopa en pos del entretenimiento audiovisual por entregas. Lleva el peso del cruce de venganzas Sope Dirsù ('Silent Night'), el atormentado Elliot, una máquina de matar entre varios fuegos. En tierra de nadie, golpe a diestro y siniestro, caminando descalzo sobre un suelo repleto de cristales y sueños rotos. Complementan el casting, retomando sus roles, Paapa Essiedu, Lucian Msamati, Michelle Fairley, Orli Shuka, Pippa Bennett-Warner, Brian Vernel, Narges Rashidi, Asif Raza y Valene Kane. Se unen a la fiesta Fady El-Sayed, Salem Kali, Aymen Hamdouchi y la rapera Jahz Armando.
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