!['Black beach', África y la élite empresarial](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202009/24/media/cortadas/black-beach-kLmC-U120270164676hwC-624x385@RC.jpg)
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'Black Beach', segunda propuesta en formato largo de Esteban Crespo, multipremiado cortometrajista, se presentó en la 23 edición del Festival de Cine de Málaga, que por fin pudo celebrarse a finales de agosto contra viento y pandemia. No se llevó ningún premio, concursaba en la Sección Oficial, pero llamó la atención por su cuidado empaque. Tras 'Amar', el realizador madrileño ha partido de uno de sus trabajos más alabados a nivel internacional, 'Aquel no era yo', con el cual ganó el Goya al Mejor Cortometraje de Ficción en 2013 y estuvo nominado al Oscar un año después. La historia se sitúa en África, donde va a parar el protagonista, un ejecutivo agresivo en buena racha que se ve en la obligación de solucionar un conflicto empresarial que cae en lo político, situación que agita sus principios. Está en juego un contrato millonario e intereses que van más allá del dinero. Raúl Arévalo encarna, con su grata línea habitual -ganas de verle también otra vez como director tras la cámara, 'Tarde para la ira' fue una grata sorpresa-, al protagonista del entuerto, un sujeto sumido en la incertidumbre que se debate entre la razón y el corazón. En su impredecible periplo se enfrenta a su pasado, cuando fue cooperante en el mismo país. Ahora debe mediar en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana. No le queda otra que elegir entre sus intereses personales, sus inevitables sentimientos y sus ambiciones profesionales.
El propio Esteban Crespo firma la escritura del guión de 'Black Beach' junto a David Moreno. Llama la atención el diseño de producción de un proyecto ambicioso que completa su reparto con el talento desbocado de Candela Peña y el apoyo de Emilio Buale y Melina Matthews en papeles secundarios. «Black Beach se adentra en un terreno donde no existe ni la bondad absoluta ni la maldad total', indica su director. «Es un relato que traslada al espectador a un mundo nihilista y sin aparentemente sentido, que llama a la frustración, la desesperanza y la desolación. En la que el individuo solo puede hacer una cosa ética: cumplir con su parte». El rodaje transcurrió a lo largo de ocho semanas por diferentes localizaciones de Ghana, Las Palmas de Gran Canarias, Bruselas, Toledo y Madrid. Hay escenas espectaculares que subrayan su condición de cine de acción, ligeramente lastrado por un metraje algo extenso. La película toma su nombre de una cárcel conocida del África Ecuatorial. «Se cuentan verdaderas atrocidades del lugar», relata Crespo. «El que entra en ella, sabe que, si tiene la suerte de salir, jamás volverá a ser la misma persona. Las secuelas son crueles». El rol bien defendido por Arévalo regresa al país de «Black Beach», «y cuando consigue salir de él, nada es igual. Todo lo que llenaba y daba sentido a su vida queda trastocado».
El personaje principal se enfrenta a su recuerdos y acaba viviendo una historia de redención mientras el público es testigo de las dificultades de un país africano gobernado por una élite empresarial sin escrúpulos, capaz de manipular la política internacional, con las Naciones Unidas sobrevolando la escena. «A nivel sensorial, pretendemos que el espectador mastique el tenso ambiente que precede a los estallidos de violencia», remacha Crespo, contento con la experiencia. «Una atmósfera en donde todo parece apresado en una densa jungla de intereses económicos y personales, donde la vida de un ser humano no vale absolutamente nada».
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