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Escenario bélico. Se ha disparado el número de infectados. La transmisión comunitaria no cesa. La nueva anormalidad es la tónica diaria. Los informes sobre brotes se asemejan a un 'Carrusel Deportivo'. La guerra se ha convertido en diecisiete batallas inconexas que reeditan el desconcierto de hace meses. En plena batalla, el Mayor, un petulante político, desciende de su helicóptero sujetándose el sombrero. Cientos de asesores revolotean a su alrededor como rémoras. Se dirige a su jefe de gabinete:
–¿Qué opinas?
–Estamos desbordados –responde apurado–, el sistema sanitario a tope, siempre vamos a remolque y ya no se me ocurren más historias para distraer al....
–¡No, no! –interrumpe el Mayor–. Me refiero a la segunda ola.
–Ah, claro –asiente desconcertado.
–Mira ahí ¿ves? Esta segunda ola irrumpe con fuerza por todas partes. Perfecta para surfear –espeta el Mayor absorto por la estética del panorama–. Comienza a dar grandes zancadas. Miren donde miren, hay personal sanitario, docentes, alumnos, padres y personal de residencias geriátricas corriendo en todas direcciones.
Alguien da la voz de alarma –¡Cuidado! ¡estalla otro brote!–, instintivamente todos se lanzan cuerpo a tierra salvo el Mayor, impasible.
Se vuelven a levantar asustados, observando la indiferencia del Mayor. Uno, dubitativo, pregunta: –Con el debido respeto, ¿cree que es seguro surfear esta segunda ola abriendo colegios?
–¡Qué c*** sabrás tú de surfear! –exclama desafiante–. ¿Tienes algún manual de resistencia? ¿Qué lugar es más seguro que un colegio? ¿Quedarse en casa? ¿Acaso no se ha enviado 'munición', equipamiento y bonitos lemas? ¿No tenemos argumentario de partido suficiente y chivos expiatorios?
–Pues – replica temeroso- es insuficiente, creo que las previsiones pintan mal. Esto no se va a poder aguantar mucho tiempo.
–¡Cenizo! – vocifera con aire marcial –¡Mike, Johnny! salid a probar la ola.
–Pero... –rezongan temerosos. Les interrumpe: –O surfeáis u os mando a dejaros la piel como sanitarios en las UCI.
El de mayor edad protesta: –¡Por Dios! ¿No cree que es algo arriesgado, señor?
Furioso, el Mayor se arranca la camisa. –Cuando digo que un lugar es seguro es que es seguro y punto en boca. Me sobran huevos para surfear esta segunda ola y voy a demostrártelo. Toma el radiotransmisor y grita: –Paloma 4 aquí Gran Duque 6 ¡Maldita sea! Suelten la carga sobre la zona.
Al rato, oteando el horizonte, el Mayor se dirige a un chico: –¿Hueles eso? ¿Lo hueles, muchacho? Propaganda, hijo. Nada en el mundo huele así. Qué delicia oler la propaganda por doquier. Una vez durante doce horas, bombardeamos los medios y al cabo no encontramos apenas quien nos criticara por ese maldito virus chino de mierda. Pero aquel olor... Aquello olía a... victoria.
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