Viva la reina
REBELDÍA MURCIANA ·
Querían que fuera más femenina, que se arreglara más, que sonriera menos, que pareciera más Diana y menos ellaSecciones
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REBELDÍA MURCIANA ·
Querían que fuera más femenina, que se arreglara más, que sonriera menos, que pareciera más Diana y menos ellaSe ha escrito tanto de la reina Isabel II que voy a ser incapaz de reproducir algo de mejor calidad que lo que llevan leyendo ... desde el jueves, así que permítanme dedicarle estas líneas a la persona más fascinante del Palacio de Buckingham: Camilla Parker Bowles.
No voy a hacer un repaso a su biografía porque la conocen de sobra. Los que sean lo suficientemente jóvenes en espíritu pero mayores en edad recordarán todo el escándalo durante la época de Lady Di, y los que no probablemente lo sigan ahora con cada temporada de 'The Crown' en Netflix.
Ser la amante del príncipe de Gales probablemente sea algo complejo emocionalmente, pero ni me interesa ni creo que sea especialmente relevante. Ser el sustento emocional y mental en la sombra del futuro rey de Inglaterra es otra cuestión radicalmente distinta sobre la que se habla y escribe poco, pero en realidad es la clave de todo lo que ha sucedido alrededor de la familia real británica en los últimos cuarenta años.
La Historia es siempre caprichosa: qué difícil es hacerle frente a la opinión pública mundial cuando tu predecesora es la novia del mundo y probablemente el personaje más popular del siglo XX. Es prácticamente imposible que nadie te tome en serio cuando se filtran conversaciones telefónicas de alto y repugnante voltaje erótico que, si ya avergonzarían al ser más anónimo del planeta, imagínese qué efecto le debe producir a alguien que constate que no hay un solo lugar en el mundo en el que no se hayan enterado de la movida. Largos años ridiculizada en la prensa por fea, por poco femenina, por ser demasiado lista y por ser la culpable de que un matrimonio en el que jamás hubo ni medio atisbo de amor acabe por romperse como si no hubiera nacido roto de inicio.
Camilla Parker Bowles no es un personaje fascinante por su historia de amor, o mejor dicho, por la de desamor del príncipe Carlos con Diana de Gales en la que ella apareció como cooperadora necesaria del drama mundial. La ya reina consorte es un ejemplo para el mundo porque, a pesar de todo lo anterior, consiguió levantar su imagen pública haciendo algo tan revolucionario que parece hasta distópico: se limitó a ser, simple y llanamente, ella misma.
Hay un momento en la vida de toda persona con cierta brillantez, y no voy a entrar a comprar el mantra de que esto es algo que solo le pasa a las mujeres porque no es verdad, en el que tienen que decidir cómo reaccionan ante el juicio de los demás. Hay un axioma claro que nunca parecemos asumir, pero que sin embargo es irrefutable: nunca va a ser suficiente. Los que son inteligentísimos serán criticados por no ser lo suficientemente apuestos, los que son guapos por no tener cerebro, los que son muy sociables por ser frívolos, los que apenas salen por huraños, los obsesionados con el trabajo por no disfrutar la vida, los que viven volcados en su familia por no tener ambición, los que arriesgan por inconscientes y los miedosos por cobardes.
Camilla Parker Bowles era la señora fea y masculina que impidió que Lady Di fuera reina de Inglaterra, y todos aquellos que decían saber mucho más sobre su vida que ella misma se empeñaron en convertirla en todo aquello que no era. Querían que dejara de ser esa mujer inteligente y elocuente por la que todo un rey, que por cierto qué bonito que sea Carlos III, se enamorara tan perdidamente que la mantuvo 40 años de amante hasta que por fin consiguió casarse con ella. Querían que fuera más femenina, que se arreglara más, que sonriera menos, que pareciera más Diana y menos ella y que pasara tan inadvertida que casi se olvidaran de que existía.
Después de muchos años de negarse a renunciar a ella misma, Camilla Parker Bowles, que ya es todo un fenómeno mundial a su manera, es la reina consorte de Inglaterra, al contrario que su suegro, que jamás fue rey en los 73 años de Isabel II al frente de la Corona.
No sé cuántos años durarán ni cómo afrontarán la pulsión republicana de la Commonwealth ni a Meghan Markle ni la posible condena a prisión del príncipe Andrés. No sé si serán buenos o malos reyes, pero en esta columna que me están leyendo el día de mi 29 cumpleaños, permítanme esta licencia: qué bien me cae Camilla. Dios salve a la reina consorte.
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