La violencia machista que no cesa
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Los estereotipos que alimentan las conductas machistas han entrado de lleno en las instituciones y han encontrado en la ultraderecha a su principal propagadora'In Mourning and in Rage' (1977) constituye una de las performances más conmovedoras y necesarias de la historia. Con esta obra, Suzanne Lacy y ... Leslie Labowitz pretendieron dar respuesta no solamente a las diez mujeres asesinadas por el conocido como 'estrangulador de Hillside', sino, igualmente, al sensacionalismo con el que los medios abordaron este caso. Como apuntó Lacy, el tratamiento mediático alimentó la histeria de las mujeres y nutrió de suculentos contenidos a la industria del entretenimiento. Para combatir esta deriva de la información, Lacy y Labowitz decidieron utilizar el propio lenguaje de los 'media', con el objetivo de entregarles un 'producto' que fuera de su interés y, por tanto, fácilmente insertable en sus canales de distribución. De acuerdo con esto, cuidaron la colocación de las participantes para que entraran perfectamente en el marco de la cámara, simplificaron las imágenes, seleccionaron declaraciones concisas y diseñaron conjuntos de elevado contenido dramático. Bajo estos supuestos, la mañana del 13 de diciembre una comitiva integrada por veintidós vehículos llenos de mujeres siguió a un coche fúnebre desde el Woman's Building hasta el City Hall de Los Angeles. Ya en este punto, nueve mujeres altas, con velo en forma de ataúd, bajaron del coche fúnebre y se colocaron en la escalinata del City Hall, mirando hacia la calle. A continuación, las mujeres que viajaban en el resto de los autocares se situaron detrás de ellas y desplegaron una pancarta en la que se leía: 'En memoria de nuestras hermanas, las mujeres se defienden'. Entonces, una de las dolientes se adelantó hacia un micrófono y declaró: «Estoy aquí por las diez mujeres que han sido violadas y estranguladas entre el 18 de octubre y el 29 de noviembre», a lo que el coro respondió: «En memoria de nuestras hermanas, las mujeres se defienden». El sobrecogedor 'tableau-vivant' diseñado por Lacy y Labowitz sirvió de marco para un diálogo entre esculturas. Los medios allí presentes se hicieron eco inmediato del evento, y el impacto causado por las imágenes entre la comunidad de Los Ángeles trajo consigo importantes beneficios para la seguridad de las mujeres: se asignó una partida presupuestaria para clases de defensa personal, y los números de teléfono de las 'hotlines' habilitadas para los casos de violación fueron incluidos en las Páginas Amarillas.
Han pasado 45 años desde que aquellas heroicas artistas feministas denunciaron las consecuencias de una violencia sistémica contra las mujeres que, por desgracia, en lugar de aminorarse parece rebrotar en la actualidad con mucho dolor y víctimas. Los estereotipos que alimentan este tipo de conductas machistas han entrado de lleno en las instituciones y han encontrado en los representantes de la ultraderecha a sus principales propagadores. Los hechos vividos el pasado miércoles, en el Congreso de los Diputados, suponen una de las páginas más negras de la política española contemporánea. La diputada de Vox Carla Toscano le espetó a la ministra Irene Montero que el único mérito que tenía es «haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias». En este mismo plano de hediondez, una concejala de Cs en el Ayuntamiento de Zaragoza afirmó que Montero «está donde está porque la ha fecundado un macho alfa». Las violaciones se producen porque, a lo largo de los siglos, el cuerpo de la mujer se ha cosificado hasta el punto de convertirse en un 'buffet' libre para el hombre. Una mujer es un trozo de carne sexualizado y, por lo tanto, su campo de posibilidades se reduce a lo que pueda conseguir a través de su genital. Cuando un representante político acusa a una mujer de haber logrado su estatus profesional por haberse acostado con un hombre evidencia una mentalidad que es idéntica a la de un violador. La mujer vale en la medida de con quién y cómo folla. No se le reconoce subjetividad y valía más allá de este hecho. Y resulta tristísimo que sean precisamente otras mujeres las que ejercen este tipo de violencia.
La ultraderecha no cree en la igualdad entre mujeres y hombres y, por esto mismo, cualquier instrumento institucional que gestione las políticas correspondientes para lograrla se convierte en su objeto fóbico preferido. En el Ayuntamiento de Murcia, por ejemplo, la persecución sufrida por la concejala Teresa Franco aporta otro cruel ejemplo de cómo Vox ha establecido la violencia machista como uno de los principales pilares de su presencia institucional. Y, de cara a las próximas elecciones autonómicas y municipales, hiela la sangre pensar la cantidad de gobiernos que se cerrarán en alianza con la ultraderecha y las funestas consecuencias que el mayor poder de Vox tendrá sobre la seguridad y la dignidad de las mujeres. Hemos vuelto a los tiempos heroicos de feminismo de los 60 y 70, cuando plantar cara a la violencia machista te convertía en diana fácil del furibundo patriarcado. Mi absoluta solidaridad con todas las mujeres que sufren diariamente los abusos de esta violencia cultural.
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