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El villano vestido de verde

VERITAS VINCIT ·

Asistir a la entronización de los amigos de los asesinos etarras me produce unas enormes ganas de vomitar

Lunes, 30 de noviembre 2020, 09:00

Julio Camba, gran escritor, humorista y paisano, decía que la cocina española está llena de prejuicios religiosos y de ajo. Cuentan las crónicas que el rey Fernando el Católico era un gran amante de esta apestosa liliácea, lo que dificultaba en grado sumo las relaciones, especialmente las maritales, con su esposa nuestra reina Isabel, enemiga furibunda de este condimento que espanta vampiros y enfermedades.

El cocinero real se las veía y se las deseaba para contentar a la real pareja, con gustos tan dispares, tocante al aderezo de las viandas. Cierto día procedió a aromatizar un guiso de excelente calidad con una rama de perejil que, sin conocerlo, había crecido junto a un ajar. Servida la real mesa por el noble de turno, al percibir el olor de la vianda la reina exclamó: «Ya viene el villano vestido de verde».

Recién, de la mano de don Sánchez y abrazado a don Iglesias, llega a la mesa del Estado don Otegi, el villano vestido de verde paz, verde talante, verde progreso, verde que te quiero verde y al verde, verde limón. Fui protagonista en la Transición y aquel deseo de paz y concordia, aquellas ganas de olvidar terrores y fracasos nos hizo ver con buenos ojos a todos los que ponían su empeño en ese objetivo. No conocí a ningún villano vestido de verde. Asistir a la entronización de los amigos de los asesinos etarras, los que no dudan en ciscarse en las víctimas cada vez que homenajean a uno de sus cobardes pistoleros asesinos, me produce, como a ese preboste socialista, unas enormes ganas de vomitar.

¿Qué pretende don Sánchez dándose ese repugnante abrazo con esta gentuza después de haber negado setenta veces siete que jamás lo haría? ¿Acaso es él el villano y se vistió de verde para disimular su hedor? Iba de verde cuando dijo que tener en el Gobierno a Podemos le quitaría el sueño, cuando prometió endurecer los delitos de sedición para que fuera ejemplar el castigo a los golpistas catalanes, cuando se refería a nuestro Rey como un monarca moderno y ejemplar. Bastó que una maliciosa frase de un juez pusiera en entredicho al partido de Rajoy para que se desatara la mayor concentración de enemigos de España con asiento en las Cortes y llevaran en volandas al de verde a la presidencia del Gobierno de esa antigua y querida nación a la que ahora pretenden destruir. A partir de ese momento, la pestilencia se va extendiendo cada vez con mayor intensidad, tanto que muchos españoles que han tenido la pituitaria anestesiada están recuperando el olfato y huelen en este Gobierno social comunista al que alabaron podredumbre, enchufismo, miseria, odio y, lo que es peor, detestable incapacidad.

No tienen solución: les prima el odio a todos los que no comparten no ya su pensamiento sino su obsceno y fascista culto al líder. Son sectarios hasta decir basta y su hoja de ruta para perpetuarse en el poder no pasa por esmerarse en la buena gestión, en la defensa de los intereses de España, en el aumento del bienestar de los españoles, como haría cualquier político demócrata: únicamente les obsesiona acabar con la critica al Gobierno, censurando todo lo que se mueva contra su pésima gestión. Pretenden borrar de la memoria colectiva cualquier pasado que pueda perjudicarles; utilizan algunos medios de comunicación, vilmente apesebrados, para descalificar permanentemente a la oposición no por sus hechos sino por su supuesto talante fascista y golpista. Quieren empobrecer a la población quitándole al que trabaja para subvencionar al que no lo hace y así contar con un granero de pobres que pueda votarles. Y por si todo ello no fuera suficiente hay que adoctrinar a los escolares dándoles el caramelo de la titulación sin mérito; hay que atentar contra la libertad constitucional de los padres para que puedan elegir libremente la educación de sus hijos; hay que promover a la docencia no a los más capaces sino a los más sumisos a las directrices del poder; hay que dirigir los venenosos dardos contra la hermosa lengua que nos une. Celaá, otra villana de Neguri, vestida de verde, educada ella, sus hijos y nietos en colegios religiosos, apestando ahora como el más gordo de los ajos.

No tema querido lector, mi oposición al ajo la circunscribo a los villanos de la política; para la cocina, usado con moderación, podría aconsejar su uso excepto el abuso que algunos hacen del alioli para acompañar a ese sublime plato de nuestro litoral: el arroz caldero.

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