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Ya no hay ninguna duda. La economía española está sufriendo los durísimos efectos del 'cisne negro' del Covid-19. Es una situación temporal, pero excepcional, producida, según el gobernador del Banco de España, por una perturbación económica sin precedentes: el consumo casi ha desaparecido, y no se sabe cuándo va a volver ni con qué empuje. Los efectos económicos de esta crisis pueden ser devastadores si no se resuelve rápido. Por eso se requieren, más que nunca, acciones ágiles, coordinadas y efectivas por parte de los gobernantes nacionales y europeos, y respuestas pacientes, coordinadas y solidarias por parte de los ciudadanos. La situación es especialmente grave en la Región de Murcia, porque sectores muy afectados, como la agricultura y el turismo, tienen un peso muy importante en nuestra economía.
Los momentos difíciles requieren un liderazgo responsable y firme que haga lo necesario para mitigar la sensación de miedo que llevan asociados. Por desgracia, los ciudadanos españoles hemos sufrido estos días una Europa algo ausente, que no se sabe si aparecerá, y un Gobierno nacional «enfrascado» en guerras internas, que no reaccionó hasta el 9 de marzo, y se ha mostrado algo titubeante en sus actuaciones económicas, al menos hasta ahora.
Algunos países europeos han tomado, por su cuenta, decisiones urgentes que parasen la hemorragia temporal de sus economías, pero no habido una acción conjunta fiscal de todos los miembros de la Unión Europea (UE), ni el Banco Central Europeo (BCE) ha terminado de tomar medidas que eviten tensiones en el mercado de deuda. Creo que la UE está perdiendo una oportunidad histórica y que, si no reacciona, perderá su sentido en el corazón de muchos ciudadanos europeos. O Europa rema junta en esto o perderá su sentido.
Las primeras medidas adoptadas por el Gobierno español el martes 10 de marzo fueron tibias, pero en la dirección correcta. Las del martes 17 son solventes y buscan transmitir confianza a la sociedad, porque esa es la única llave que puede reactivar el consumo. En mi opinión, ponen el foco en lo importante, ninguna empresa debe cerrar evitando las consecuencias que eso tendría para el empleo y para las familias, pero no son suficientes.
Han hecho una apuesta valiente, pero arriesgada, para 'comprar tiempo', poniendo encima de la mesa un plan económico de doscientos mil millones de euros, más de lo que se paga anualmente en pensiones. Solo el 9% de esa cantidad es una inyección de liquidez real destinada a pagar prestaciones de desempleo a quien las necesite, y casi el 70% del sueldo y las cargas sociales de los trabajadores que sean despedidos temporalmente por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). El resto es aplazamiento de deudas, de las empresas y de las familias afectadas (hipotecas, luz, gas), todas ellas avaladas por el Estado. ¿Serán suficientes? ¿Quién sabe? Si logramos frenar la expansión del coronavirus, en 3 o 4 semanas las empresas y las familias podrán asumir sus deudas aplazadas. Pero si dura tres meses o más, el Estado español, fuertemente endeudado, correrá el serio riesgo de no poder hacer frente a su aval.
Parece que después de los 'viernes sociales' el Gobierno se ha apuntado ahora a los 'martes económicos'. Casi seguro que habrá más medidas un próximo martes, porque hay mucha confusión y los afectados son muchos más de los presumibles en un primer momento: no solo los más vulnerables, sino incluso personas con un nivel de vida holgado que ahora ven sus ingresos reducidos a cero. Deberían establecer una renta mínima temporal y plantearse medidas serias sobre los autónomos, los impuestos, las hipotecas y los alquileres, pero sin perder de vista que muchos arrendadores son particulares que también necesitan ese dinero para vivir.
La clave para paliar los efectos de esta crisis del coronavirus es que dure lo menos posible. Y para ello, todos debemos jugar un importante papel: los políticos, unirse, tranquilizar y desideologizar su liderazgo; las empresas, reforzar sus planes estratégicos de digitalización y aprender para futuras contingencias; y los ciudadanos, ser responsables, prudentes y solidarios. No es tiempo para insensatos, temerarios o desaprensivos.
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