Secciones
Servicios
Destacamos
Hacer América grande de nuevo. Hacer Europa competitiva de nuevo. Y para volver a ser grandes, competitivos, los primeros de la clase, tenemos que olvidarnos ... de las leyes, de las normas, volver a la selva en la que los que siempre fueron los primeros deben seguir siéndolo. Estas son las consecuencias de la 'Teoría del Loco' que Trump aplica en política exterior y que empieza a generar el caos en Europa.
Dejémonos de palabras bellas: hermanos, amor al prójimo, comunión y solidaridad, igualdad, libertad, biodiversidad, respeto, dignidad. Bellas palabras pero que nadie se las cree. Ahora tenemos que ser de nuevo competitivos, porque en este mundo el que no corre, vuela. El que no llega el primero, queda ya para toda la eternidad como el último. El que no sabe vender, es vendido (o comprado) como esclavo. Veinte siglos de cristianismo para volver a Nerón.
Los que somos progresistas pensábamos que los fines siempre estaban por encima de los medios, que el fin último era mejorar las condiciones de vida de las personas, hacerlas más felices durante el escaso tiempo que están en este planeta azul. Y ahora nos han vuelto a recordar que no, que ese no es el fin: el fin es hacer de nuevo grande y competitivo al país o continente donde nos ha tocado la suerte (o desgracia) nacer.
En la Unión Europea estamos asistiendo a la voladura controlada de las regulaciones ambientales, sociales y de gobernanza que a algunos ilusos e ingenuos nos parecía formaban parte de lo mejor de nuestra vida, y que iban a permitir avanzar hacia una verdadera sociedad democrática, social y basada en el Derecho. El Derecho son normas, y las normas nos las damos porque, si dejamos a la mano invisible del mercado hacer de las suyas, seguro que somos más eficientes, productivos, competitivos y demás, pero no es tan seguro que seamos todos más dichosos o felices.
Lo que vamos sabiendo con cuentagotas de la marcha atrás de Bruselas respecto al futuro económico y social de Europa es preocupante.
Estamos comprando el marco ideológico de que lo mejor que podemos ser en esta vida es ser 'amigos de los negocios' ('business friends'), y para ello dejémonos de regulaciones o cambiémoslas por la puerta de atrás para que no tengan ningún resultado efectivo. Nos referimos a las directivas europeas de información sobre sostenibilidad CSRD, las normas europeas de divulgación de información sobre sostenibilidad ESRS, la directiva de diligencia debida y respeto a los derechos humanos CS3D... normativas europeas que se van a 'descafeinar' mediante reinterpretaciones o leyes 'ómnibus' para blindar las prioridades economicistas para al menos una generación (o sea, hasta 2050 nos tememos). Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha presentado recientemente la 'Brújula de la Competitividad', un documento basado en las recomendaciones de mejora de la competitividad del Informe Draghi, y las recetas del Informe Letta para dinamizar la economía europea. En la 'Brújula' (que no bruja), se realiza un buen diagnóstico de la economía europea, pero se proponen unas insuficientes conclusiones a nuestro juicio. Sí, es cierto que la economía europea no puede basarse en la energía barata proveniente de países autoritarios (Rusia, China...); es cierto que no podemos desindustrializarnos, externalizando nuestras industrias a países con mano de obra más barata; es cierto que los europeos nos tenemos que tomar en serio que nuestra defensa no puede depender de los vaivenes del inquilino de la Casa Blanca; es cierto que nuestro modelo de 'fortaleza europea' en un mundo inestable, cambiante y donde no somos ni el 5% de la población mundial, debe cambiar. Cierto el diagnóstico, pero ¿las soluciones son parecernos a Estados Unidos, China o Rusia? Esto es, necesitamos un modelo europeo de competitividad basada en reglas, un modelo de competitividad no sólo económica sino también social: Europa nunca va a ganar en construir más tanques, más casas, más oleoductos; Europa es lo que es, una península al extremo de Asia, encrucijada de continentes, diversidad de países en un espacio mínimo, sin recursos naturales destacables, un espacio común donde nuestra fuerza no es la cantidad sino la calidad. Y la calidad implica preguntarse en qué quiere ser Europa la primera. Necesitamos un debate público real respecto al lugar de Europa en el mundo. Nuestra fortaleza depende de nuestra capacidad de interactuar con todos a la vez, y eso es el comercio. Pero comerciar no quiere decir tirar los precios, desregular los derechos, jugar a ser el más barato. La competitividad es esencial, pero más importante es la diferenciación. Seremos valiosos si conseguimos preservar nuestra singularidad. La singularidad europea es que no podemos primar la competitividad económica por encima de la provisión de recursos y satisfacción de necesidades a todos los ciudadanos. El Derecho no está para privilegiar a los que ya son poderosos, el Derecho y las normas son las únicas herramientas que tienen los que nada tienen para mejorar su vida. Por eso, cuando uno escucha la frase «desregular para mejorar la competitividad» se teme lo peor, porque se comienza desregulando la economía para terminar desregulando las condiciones y derechos sociales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.