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Julio Cortázar, durante su exilio por la dictadura militar argentina, decía: «En el plano del lenguaje sucede algo muy grave en el campo ideológico. (...) El lenguaje se queda atrás (...). Seguimos escuchando discursos con la misma retórica y las mismas fórmulas que son precisamente las del ... sistema que queremos destruir; seguimos escuchando frases donde un cierto adjetivo se pega fatalmente a un cierto sustantivo, sin que la persona que lo emplea haya reflexionado jamás que al idioma hay que renovarlo de la misma manera que hay que renovar la política y hay que cambiar la economía, porque el idioma es nuestro vehículo interno de pensamiento, y si pensamos con las palabras, sabemos muy bien también que las palabras contribuyen al pensamiento. Un idioma esclerosado, un idioma lleno de prejuicios, tabúes y viejas fórmulas, está trabando nuestra posibilidad de avance hacia ese esquema del hombre futuro por el cual luchamos (...)».
Como ya hemos señalado en otras ocasiones, el lenguaje y la forma en la que construimos el discurso determinan la visión de la realidad que tendremos, y en la sociedad de la sobre (¿o des?) información en la que vivimos, más importante que la realidad (sea lo que sea la realidad) es el marco o las gafas con que la percibimos. Este marco está determinado por nuestros modelos mentales (ideología, creencias, religión, valores) y también por los modelos mentales dominantes.
Así, gobernar se convierte en una lucha por la hegemonía discursiva: consiguiendo que la mayoría de los votantes compre nuestro discurso. ¿Y cuáles son los discursos?
El discurso del PSOE: la gestión correcta en tiempos de incertidumbre, atendiendo a las necesidades de los más vulnerables. Pedro Sánchez sabe que la modernidad no se importa, se construye mediante un ejercicio cotidiano de convivencia edificante.
¿Cuál es el producto del PP? La seguridad ante las incertidumbres económicas y sociales de un futuro inventado, que solo se consigue con más y más libertad (sobre todo económica). Viva la desigualdad...
El discurso de Vox apela a la defensa inquebrantable de una patria homogénea, la primacía de lo nacional sobre lo foráneo, el desasosiego a la pluralidad y, por qué no decirlo, el rechazo a los avances en materia de derechos civiles y sociales propuestos por la izquierda. Una de sus razones de ser es no dejar que el PP se centre demasiado, pero a diferencia de los populares, son sinceros y no recurren al cinismo ni al eufemismo: dicen lo que piensan sin ambages.
¿Tiene Podemos un modelo mental que imponer? Claro. Empezó con la lucha del pueblo contra la élite-casta, y ahora –una vez que se han instalado sus líderes en el Consejo de Ministros y en las tertulias radiofónicas–, el marco mental a vender es el de luchar por los derechos de las minorías (y cuanto más minoritarias, más derechos), aunque eso suponga dividir a la sociedad en minorías que creen que sus derechos son obligaciones para los demás. Dividir es un error, ahora lo que toca es Sumar.
Juegos de palabras envueltas en una verborrea ignominiosa («¡Que te vote Txapote!») para seguir manteniendo cuotas de poder. ¿Y los problemas reales...?
El cambio climático, que provocará disrupciones que van más allá del calor: pérdidas de cosechas; problemas de suministro de agua para el campo, industrias y personas; aumento de incendios y pérdida de tierras cultivables y biodiversidad; desaparición de terrenos costeros; aumento de fenómenos extremos (granizos, lluvias torrenciales, sequías extremas, huracanes disfrazados de DANA, veranos de febrero a octubre...).
La desafección social de amplias capas de población (sobre todo jóvenes) que no ven que el sistema sociopolítico vigente (el de los que hicieron la Transición, y la gestionaron en los 80 y 90) verdaderamente les permita alcanzar la independencia y autonomía económica, vital, habitacional...
El desajuste brutal entre los servicios sociales y sanitarios que las administraciones proveen a los ciudadanos y las necesidades reales que estos tienen en 2023. Así, unos servicios creados en los años 80 y 90 (Ley General de Sanidad de 1986) para jóvenes sanos, poco enfermos y que cuando iban al hospital era por poco tiempo y por urgencias reales, ya no sirven para una población cada vez más envejecida, con enfermedades crónicas y con nuevas enfermedades y trastornos (como los alimenticios o los de salud mental).
El 23 de julio concurrirán dos maneras de entender, gobernar y soñar España: de un lado, a la izquierda, una visión integradora de nuestro futuro: la de un país cohesionado, orgulloso de la diversidad, un país generador de bienestar y prosperidad compartida. Un país imparable. Al otro lado, los defensores del 'status quo', los amanuenses del poder económico y gente que honestamente tiene otra idea de país.
Es necesario utilizar a la literatura, al lenguaje, como una herramienta de comunicación que transforme las conciencias individuales, decía el autor argentino, ya que en la conciencia se re-significan los hechos de la vida cotidiana y la lectura es una invitación a la reflexión autónoma, sin condicionamientos partidarios.
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