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«Pues, desde siempre, ser lúcido y español aparejó gran amargura y poca esperanza» (Alatriste)
No es correcto que un analista político realice futurología. No se puede saber quién va a ganar las elecciones en los próximos años. Lo que sí se puede es analizar ... tendencias y corrientes mundiales para entender hacia dónde estará orientada la política al menos en el mediano plazo. Y una premisa en la que coinciden la mayoría de los analistas internacionales es que, en el siglo XXI y en las democracias más maduras –con contadas excepciones como los Estados Unidos–, para gobernar se necesitan coaliciones.
A menos de un mes para los próximos comicios, sobran las predicciones basadas en los resultados precedentes. Y es que, tras las elecciones pasadas, el lunes 29 de mayo muchos españoles nos levantamos de la cama con la amarga sensación de que, más que ganadores, lo que sucedió fue una victoria por ausencia de contrincantes. Ese día, creemos, existieron dos sillas vacías: Podemos y Ciudadanos.
Ciudadanos, un partido tristemente condenado a la desaparición desde sus inicios: un error común, a nuestro modo de ver, propio de la falta de análisis y muchas veces la codicia, es creer que en el siglo XXI un partido puede gobernar solo. Los viejos partidos de masas característicos de las incipientes democracias ya no tienen la capacidad de representar los intereses de sociedades tan complejas, con demandas tan desarticuladas y heterogéneas. ¿Cómo se representa a través de un monocolor a la enorme suma de individualidades que somos? Antes, resultaba fácil aglutinar a las personas según su definición personal. Un obrero al final del día se sentía solamente obrero. Pero hoy (por suerte) también el obrero es padre, es vecino, es mujer, es homosexual, es víctima de la inseguridad, es aficionado al arte, es viajante...
Ciudadanos perdía la posibilidad de gobernar allá por 2019, al rechazar la coalición con el PSOE, pudiendo haber encarnado la representación nacional de un centro liberal. Por desgracia, sus dirigentes se centraron en su carrera política personal y en un proyecto que terminó fracasando. Lo que diríamos en Argentina 'no saber subirse a la ola'. Luego tenemos la otra ausencia: Podemos, que visto en perspectiva no es más que el hermano zurdo de Ciudadanos. Dos partidos creados por aficionados a base de fáciles eslóganes y soluciones mágicas.
A modo de reflexión, podemos decir que los partidos son sostenibles y duran no por sus dirigentes, sino porque verdaderamente representan los intereses legítimos de amplios grupos de votantes, sean diez mil o diez millones.
Mientras, seguimos preguntándonos si al PSOE le interesa o no una izquierda potente a su izquierda. Quizás la pregunta no sería esta, sino si a España (al conjunto de los españoles, vivan donde vivan y voten a quien voten) les interesa que la izquierda a la izquierda del PSOE tenga fuerza. Ojalá la respuesta sea sí, porque una democracia madura o es diversa o es inmadura. Necesitamos que haya diferentes fuerzas políticas entre las que los votantes puedan elegir; necesitamos que todos sientan que su voz particular puede estar representada en el Congreso y en el Senado. Porque la alternativa a la diversidad de opciones políticas es la política dicotómica de los míos contra los tuyos, cuando en realidad debemos luchar por entender que somos todos españoles.
Y por esa misma razón, tan importante es que espacios como Sumar tengan una buena representación e incluso –paradójicamente– que Vox la tenga, con independencia de que nos gusten o disgusten más unos que otros: tienen su masa de votantes, porque representan intereses legítimos; mientras cumplan la ley y se ajusten a la misma, habrá que respetarlos (y –obviamente– exigirles que respeten a los que no piensan como ellos). Los extremos no polarizan: lo que polariza es que no haya alternativa y que nos veamos obligados a votar al 'menos peor'.
Podemos y Sumar pertenecen a dos generaciones de votantes diferentes: los votantes de Podemos tienen en su imaginario el lejano 2014 y el 15-M, un mundo que no existe ya; el votante de Sumar es el que ha crecido después del trauma de la pandemia y –sin renunciar a su historia ni al aldabonazo del 15-M– está convencido de que en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo ser de izquierdas es saber cuidar.
El domingo 23 de julio los españoles tenemos que optar entre dos ideas de país: Vox-PP y PSOE-Sumar con la distinta sensibilidad (o ausencia de la misma) que ambas coaliciones representan. Al día siguiente la mayoría tendremos que madrugar. Algunos felices, otros deseando que los próximos cuatro años transcurran rápido. De una u otra forma, habrá que seguir viviendo, ¿no?
De momento, el transcurrir de la precampaña y los personajes que la protagonizan nos recuerda la conversación entre don Francisco de Quevedo y el Capitán Alatriste:
–No queda sino batirnos.
–¿Batirnos contra quién, don Francisco?
–Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia [...] Que es como decir contra España, y contra todo.
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