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Arrancamos este artículo al norte de la provincia de Misiones, en el límite con Brasil, donde se encuentran las majestuosas Cataratas del Iguazú: una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo y, sin duda, uno de los lugares más espectaculares de Latinoamérica. La guía turística ... nos informa que de los ochenta millones de hectáreas de bosques sólo quedan cuatro. Durante los días anteriores hemos visitado las misiones jesuíticas situadas a ambos lados del río Paraná (Paraguay y Misiones), un lugar para reencontrarse con lo mejor de nuestro pasado y con uno mismo. Visitando las ruinas se intuye que los jesuitas fueron unos adelantados del socialismo utópico y del movimiento cooperativo hasta que fueron expulsados por la Casa de Borbón reinante en España. Por cierto, en Paraguay y, en menor medida, en Misiones (Argentina) se hablan tres idiomas: Guaraní, Español y Portuñol y, de momento, no se ha roto nada en ningún sitio.
Revisando la historia de Argentina y España, hay paralelismos que sorprenden por su inminente actualidad y vigencia. Allá por el 1820, cuando Argentina se había independizado de la Corona Española, se desató un período de guerras civiles que dejaría como saldo miles de muertos: las batallas entre unitarios y federales, aquellos que creían que el mejor destino del país sería formar un gobierno central fuerte, administrado desde Buenos Aires, y aquellos que eran partidarios de que las provincias, al ser preexistentes a la formación del país, debían conservar su autonomía y constituirse en un estado federal.
Estas batallas, dicho sea de paso, tuvieron como resultado el exterminio de gran parte de la población indígena, quienes eran enviados al frente a combatir, y de la población negra que había sido liberada de la esclavitud en 1813: de ahí la respuesta de por qué en Argentina, a diferencia de otros países de Latinoamérica, no hay negros y hay escasos habitantes de pueblos originarios.
El resultado culminó con el triunfo de los federales. Sin embargo, Buenos Aires se constituyó como la capital del país. A estos días, recorriendo el interior profundo de la Argentina, no se encuentran intenciones secesionistas: todos los habitantes poseen una fuerte identificación con la nación argentina, sus símbolos patrios, su himno nacional, su orgullo de ser argentino.
No seremos necios, claro está: el descontento existe, pero no es con la nación; es con Buenos Aires, a quien acusan de quedarse con toda la riqueza del resto del país a través de la recaudación de impuestos. Por ejemplo, el interior del país, pese a ser el motor económico, en contraste con la gran metrópoli, posee un desarrollo infraestructural menor, producto de las escasas partidas impositivas.
Lo que queremos destacar aquí es: es posible un estado federal con fuertes valores nacionales, donde, ante todo, se encuentra el orgullo de ser argentino. Cada rincón de la República Argentina está fuertemente ligado a la identidad nacional y a los colores de su bandera, presentes en cada institución y en cada acto patrio. Y cada rincón también conserva su acento, su cultura, sus comidas, sus bailes típicos, su identidad regional. El país, además, es un inmenso encuentro de culturas regionales con culturas europeas: italianos, españoles, alemanes, suizos, vascos, sirios, turcos, han encontrado en esta tierra costumbres, y las han mezclado con las propias, constituyendo así la identidad argentina.
¿Sería posible pensar en un modelo de España igual, donde lo que una a un catalán y a un vasco sea la bandera de España, bandera que les ha permitido crecer, desarrollarse y defenderse frente a un mundo donde si no perteneces a ningún estado central con un poder militar fuerte y constituido, y en el caso de España reforzado por nuestra partencia a la Unión Europea, pasas inmediatamente a ser un objetivo del eje Rusia-China o de Estados Unidos? ¿Donde el encuentro de culturas no sea una riña por quién es mejor, sino una celebración de la diversidad?
A nivel político, la ciudadanía se divide entre el amor y el odio al actual presidente. Javier Milei se ha hecho con la presidencia gracias, entre otras cosas, al hedor de la corrupción del movimiento peronista. Por ejemplo, una auditoría en el estado vecino de Santa Fe detectó la semana pasada 160 comedores fantasmas financiados por el gobierno peronista para paliar la hambruna de las clases más humildes. Los comedores no existían, pero cobraban la subvención. A los peronistas se les acusa de repartir las ayudas sociales con criterios clientelistas y Milei entiende que la solución es directamente cargarse el Estado social y democrático de Derecho en Argentina. Así de simple.
Argentina, al igual que España, precisa de partidos que representen a las derechas e izquierdas liberales, pero firmes en la defensa del Estado social y democrático de Derecho. Y no hay mejor manera de defenderlo que la puesta en marcha de sistemas de control que eviten el uso y abuso del Estado del Bienestar. ¿Como en la vieja España? ¿Egoísmo o supervivencia?
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