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Ahora que (casi) todo el mundo tiene acceso a documentales en las plataformas de televisión, en una que comienza por N y termina por x, se puede ver un falso documental que simula el asesinato de Bush hijo: 'Muerte de un presidente'. Recibió un Emmy ... internacional con lo que malo no debe ser. Podía haberles recomendado 'La Casa de la Pradera', pero eso será otro día.
En los falsos documentales, todo es falso, pero todo es creíble y posible. Ahora estamos asistiendo a un falso documental que algunos quieren hacernos creer por realidad. La falsa realidad que se nos ofrece en este final de 2023 es que un político 'loco' aprendiz de dictador está dispuesto a todo, incluso a romper España, con tal de continuar apegado al poder otros añitos más. Y por eso, ese Padre desbigotado que la Derecha española tiene incrustado en la cabeza desde hace 30 años, llama a la rebelión concertada de todos los poderes del Estado contra el felón, traidor, mendaz y madrileño Sánchez.
De todas formas, ¿para qué hablar de un futurible cuando sabemos que en España somos más de no-ficción, de realismo puro y duro, tipo Prim o Carrero? Quizás porque los falsos documentales, al engañar e ironizar, nos advierten y nos hacen reflexionar con una crítica devastadora que despedaza la falsa realidad que se nos ofrece.
La realidad es más prosaica. ¿Qué han firmado PSOE, Sumar, Junts, ERC, BNG, Bildu y Coalición Canaria? Un acuerdo para 4 años de gobierno respaldado por 12.506.682 españoles y 179 escaños. Cuatro años sin que el PP ni Vox puedan decidir nada sustancial en la política nacional ni tampoco europea. Esta es la auténtica verdad, cuando no ganan en las urnas les invade la nostalgia. Y por eso tanta fanfarria con lo firmado estos días. Una cuestión de poder puro y duro.
Y mientras, toda la atención en el peligroso Sánchez, del que dicen que «no tiene principios» con tal de seguir cuatro años más en el poder.
¿Qué es tener principios? Sostenella y no enmendalla; si la realidad cambia, yo no cambio, estaríamos bien. Es importante tener principios en esta vida, desde luego, pero desde Weber sabemos que hay dos formas éticas de actuar que no son incompatibles: una es la basada en las convicciones, y la otra en las responsabilidades. No se puede ser responsable sin tener convicciones, pero sólo tener convicciones no te hace ser más responsable. Y en la España de 2023, la responsabilidad implica preguntarse, ¿quiero que España siga inflamada 10 años más con el 'problema' catalán, o hay una oportunidad de desinflamar? Dicen que la enfermedad de nuestros tiempos es la inflamación: de cuerpos, de convicciones, de naciones y culturas... el exceso, en resumen; inflamar es fácil, tanto como la definición de la RAE: «Encender(se) algo que desprende llamas inmediatamente; enardecer(se) un sentimiento o la persona que lo experimenta». Necesitamos desinflamadores, personas que se sujeten la lengua y los tuits, personas que dejen de llamar a la revolución, la movilización maoísta permanente y al golpismo desde sus villas doradas en urbanizaciones cerradas de toda España. Necesitamos dejar de mirarnos al ombligo, y aprender de las estupideces cometidas durante 10 años por no querer o no saber negociar (Rajoy). Necesitamos que en la Derecha haya dirigentes fuertes que no estén mirando al venerable padre Aznar esperando su aprobación y bendición, dirigentes fuertes que se dejen de galleguismos y encaucen definitivamente su partido ante los problemas reales del siglo XXI. Necesitamos negociadores, no inflamadores ni dirigentes libertarias que movilicen a sus bases electorales sin ofrecerles más que rencor. Rencor es la palabra.
Porque si no, algún loco se creerá que Sánchez es el diablo y querrá acabar con él (y si no puede, lo intentará con otro). Ahora que para vengar a 1.400 muertos en un día se ha matado a 14.000 en un mes (viva la proporcionalidad), no está de más acordarse de Isaac Rabin. Un luchador de los de verdad que sabía que la guerra la pierden todos porque había guerreado, y por eso decidió aceptar la oportunidad de negociar con Yassir Arafat (su enemigo del alma) para tratar de dar una solución al –ese sí que es un conflicto– israelo-palestino. Hace unos días (el 4 de noviembre) se conmemoró el 28ª aniversario del asesinato de Rabin por un ultranacionalista israelí judío. Y así acabó una oportunidad, porque la paz la crean personas que antes estuvieron enfrentadas, pero que se dieron un momento para cambiar su destino y el de toda una nación.
Sánchez no es Rabin, ni Puigdemont es Arafat. Simplemente son dos políticos profesionales que han decidido participar en un nuevo juego de poder. Bienvenido el juego si con él acabamos de desinflamar esta España que nunca se rompió ni nunca se romperá. Y menos en los cuatro años que Sánchez seguirá como mínimo en el poder.
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