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En febrero de 2025, el filósofo Michael Marder publicó un artículo sobre la nueva política del fuego donde afirmaba que la combinación de la carrera ... armamentística revivida (por el Sr. Trump) y la imposibilidad de llevar a la práctica los tratados internacionales sobre el clima se comportan como una ola de calor abrasador y carente de luz. Según este autor, los populismos de derechas y los neofascismos prosperan a base de avivar las llamas de todas las conflagraciones imaginables, desde el odio hacia el otro y el extranjero hasta el fuego del calentamiento global, alimentado por la extracción y la combustión descontrolada –y, de hecho, cada vez mayor– de combustibles fósiles. Y es que los fascismos florecen en la anarquía: los más antisistema son los que promulgan su supuesto orden basado en la ley del más fuerte. Por cierto, crear anarquía es muy fácil: simplemente basta con romper los consensos mundiales y poner un día un arancel y quitarlo caprichosamente al día siguiente. Ya lo dijo Naomi Klein: la doctrina del shock, golpear a todo lo que se mueve, despertándote cada día sin previsión de futuro es la mejor fórmula para que empecemos a pedir que nos vengan a salvar.
Para comprender la geopolítica, tenemos que partir de los tres grandes bloques de Estados-imperios con vocación de dominio político, cultural y económico: Estados Unidos y el mundo anglosajón, Rusia y el mundo eslavo y, por último, China y el mundo confuciano/comunista. ¿Europa? Quienes no están entre los comensales es que forman parte del menú.
En este escenario, conviene recordar que la Unión Europea y su modelo social nacieron para frenar las veleidades revolucionarias tras la Segunda Guerra Mundial: el miedo al comunismo propulsó las políticas sociales y la creación del estado de bienestar, generando el periodo de mayor crecimiento económico y social, conocido como 'los 30 gloriosos'. Un modelo que inició su decadencia con la llegada de Margaret Thacher al número 10 de Downing Street en 1979 y la caída del Muro de Berlín en 1989. Una historia que retrató Ken Loach en su documental 'El Espíritu del 45'.
Cautivos y desarmados, los socialdemócratas y los socialcristianos europeos empezamos a perder intencionadamente el tiempo en rodeos, circunloquios, dilaciones... Y, desde la izquierda, en terceras vías a ninguna parte.
Y en esto llegó Trump y su colega Elon Musk. Tras unos meses en la Casa Blanca, su principal aportación ha sido la ruptura de la legalidad internacional.
Las consecuencias tampoco se han hecho esperar, un viaje a pasos agigantados hacia el empobrecimiento de la población. Un panorama apocalíptico (de nuevo el shock), basado en la desregulación de la economía y las estructuras sociales en el marco de un neoliberalismo salvaje; la bajada de impuestos a los más ricos y desvalorización de los servicios públicos; la guerra, odio y represión contra los pobres (aporafobia), expulsión y encarcelamiento de inmigrantes; la destrucción de las políticas igualitarias y de diversidad... etc.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Creo que habría que tomar en consideración la progresiva irrelevancia de la izquierda, por su aceptación de una economía de mercado sin límites, su renuncia a transformar el Estado y por el abandono de la lucha de clases, sustituida por batallas cultural-identitarias. La clase trabajadora, sintiéndose abandonada por la izquierda, comienza a votar masivamente por las corrientes más ultraderechistas. Deberíamos pensar si verdaderamente los representantes de los que se dicen de 'izquierdas' entienden y sienten las necesidades reales de sus supuestos votantes. Esta distancia cada vez mayor entre los elegidos y sus electores no es sólo política sino también antropológica: viven en mundos diferentes, y sólo coinciden en que creen formar parte de la misma tradición de izquierdas.
Por eso, no es de extrañar que hoy día la extrema derecha domine el panorama europeo y estadounidense, y con la contundente victoria de Trump (y tras Trump, ahí está su vice Vance) su influencia y poder aumentará en los próximos años.
Los populistas para alcanzar el poder acuden al patriotismo (¿étnico?) excluyente y agresivo, al histrionismo contracultural, a la excepcionalidad y el creerse que forman parte de un pueblo elegido (simplificando: eso conmemora el pavo de Acción de Gracias). Atienden a la creación y demonización de enemigos internos, generando polarización («ellos contra nosotros») gracias al uso de la difamación y la mentira sistemática, que crea una 'cortina de humo' ('Wag the dog', excelente película con De Niro y Hoffman sobre el tema), cortinas y ficciones que no nos dejan ver la realidad, pero nos mantienen muy entretenidos.
No nos engañemos: todo poder tiende a buscar cómo mantenerse en él, y si para ello tiene que dominar los poderes –empezando por el judicial– así se hará. Porque es el respeto a la Ley lo que impide la perpetuación en el poder: eliminemos cualquier obstáculo legal (Trump ya va a por el tercer mandato), demonicemos, reprimamos al diferente... Esta es la esencia de cualquier dictador: «O yo, o el Caos».
Como canta Arde Bogotá: «Tiene que haber una salida. Tiene que haber una para tanto dolor. Salvación. Salvación» ('La Salvación').
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