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Casi cada movimiento urbanístico tiene ganadores y perdedores. Un aleteo de mariposa –la apertura de un nuevo espacio cultural, por ejemplo– puede desencadenar una tormenta ... de gentrificación capaz de expulsar a los vecinos más vulnerables de un barrio popular, en beneficio de hipsters y caseros y en perjuicio de casi todos los demás. Y si esto es así con las modas que prestigian unas zonas en detrimento de otras, imaginemos la envergadura de las ganancias y pérdidas de las grandes operaciones urbanísticas institucionales. Mejor que imaginarla: recordémosla. La Ley del Suelo de Aznar de 1998 abrió la puerta al 'boom' inmobiliario y especulativo de la década siguiente, permitiendo cosas tan, pero tan locas como el PGOU murciano de 2001, que preveía dos millones de habitantes en el municipio. Los pelotazos, los embotellamientos, la corrupción, los esqueletos de edificios, las riadas, los pufos judiciales y las malas construcciones aún las estamos pagando. Yo lo llamaba 'MacMurcia': un urbanismo rápido y de mala calidad que se comió en una década el 70% del suelo disponible. Sin prever el abastecimiento de agua ni el tráfico (las causas de nuestro aire irrespirable hay que buscarlas aquí). Lo de 'MacMurcia' también iba, a qué negarlo, por las iniciales del alcalde que promovió la operación, un señor para más señas alérgico a los movimientos de cuenta.
Otros ganadores de la época del 'macpelotazo' fueron constructoras, promotoras, terratenientes y personajes como Jesús Samper, plantando urbanizaciones por el municipio como si no hubiera un mañana. Tantos murcianicos de mi quinta les compraron el sueño de vivir 'a la californiana', con piscina, jardín, buhardilla y coche en la puerta. Firmaron hipotecas a 30, 40 y hasta 50 años que aún están pagando. Los servicios públicos prometidos (coles, centros de salud, deportivos y culturales, transportes), en muchos casos ni están ni se les espera ya. También perdedores: los barrios y pedanías tradicionales, que se abandonaban en pro del 'progreso', valga la aliteración.
Estalló la burbuja y se llevó todo por delante, incluido al alcalde. El que entró nuevo cambió de tercio: dejó tirados, con la excusa de la crisis, a los vecinos de los nuevos desarrollos y se dedicó a hacer muchas cosas en inglés, 'greenwashing' sobre todo. La 'MurciaJB' era una 'SmartCity', una 'GreenCapital' líder en 'sustainability', que es una cosa que en la traducción perdía mucho, pues solo consistía en meter carrilicos bici por las zonas nobles, peatonalizar el Tontódromo (casualmente la zona en que reside el exregidor) y plantar disuasorios por los barrios populares para sacar tráfico del centro. Sin ampliar transporte público ni extender los carriles bici al Sur ni a las pedanías, su mandato estuvo salpicado por la lucha vecinal contra el muro del AVE en superficie que él defendía, por los conflictos con las concesionarias de autobuses y por las alertas por contaminación del aire, tan frecuentes que la atmósfera murciana llegó a ser la tercera peor del país.
Y así llegamos al actual equipo de gobierno, que decide acometer –si bien tímidamente– un plan de movilidad capaz de unir la 'MacMurcia' (nuevas urbas) y la 'MurciaJB' (la Murcia bien) con los barrios y pedanías. El modelo de éxito más a mano es el de Valencia, que ha hecho de la bici su bandera, conectando zonas turísticas y residenciales mucho más allá de la actuación cosmética para guiris con que nos hemos contentado hasta ahora por aquí abajo. Una modernización más homogénea de la ciudad, una homologación con Europa no restringida a la Murcia pija, y que tiene por tanto ganadores inéditos: barrios trabajadores del Sur como el mío que ven pacificarse el tráfico, pedanías de la Costera Sur que ganan en frecuencias de bus, etcétera. Y justo cuando estábamos pensando en el peligro de que se nos gentrifique el distrito, empiezan a pasar cosas raras: que parte de los vecinos de las zonas ganadoras se ponen en contra. No sin mi coche, dicen, en 2023. Y allá que van de cabeza nuestros partidos de derecha, el de la 'MacMurcia' y la 'MurciaJB' por un lado, y el de la 'Murcia1939' por otro, a jalear. El jueves presentaron sendas mociones al pleno de la junta de mi barrio (a la sazón El Carmen) contra el plan de movilidad. Y hoy domingo estarán con sus familias en la enésima manifestación de 'Cierran mi barrio'. Sujetarán pancartas chanantes, como esa mítica de 'Caos no' que promete aumentar aceras sin reducir carriles para coches (¡en serio!). Yo también iré. No, para apoyar no. Para flipar. Porque, según las últimas encuestas, estos dos partidos tienen muchas posibilidades de entrar juntitos a La Glorieta en las elecciones de mayo. Y nosotros aquí en medio con este vicio de respirar.
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Fernando López Hernández
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