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Por una vacunación obligatoria

MAPAS SIN MUNDO ·

¿En estos tiempos que corren, con todo lo que la sociedad ha sufrido y sufre, es ético que alguien que se niega a vacunarse pueda ocupar un cargo público?

Domingo, 19 de septiembre 2021, 08:34

Hay 140.000 murcianos que no se quieren vacunar. Si sumamos a este nutrido grupo de irreductibles a los menores de 12 años, la Región ... de Murcia –y, por extensión, el conjunto de España– tiene imposible alcanzar el objetivo del 90% de la población vacunada. Con la variante Delta como cepa predominante, la tan ansiada inmunidad de grupo requiere que la práctica totalidad de la población se inyecte cualquiera de los preparados aprobados por las autoridades sanitarias. Y con 140.000 antivacunas en nuestra Región, este extremo va a resultar imposible. Por pequeño que sea el margen que nos separe de la tan ansiada meta, si la cifra mágica del 90% no se consigue, las autoridades políticas y sanitarias no van a lograr un retorno a la normalidad –en el sentido absoluto del término, sin 'peros' ni medias tintas–. Y es aquí donde surge el debate y la clave de una situación demencial que amenaza con eternizarse en el tiempo: las comunidades autónomas –y, sobre todo, la de Murcia– han demostrado una inquebrantable determinación a la hora de limitar las libertades individuales de los ciudadanos. Se ha llegado, de hecho, a tal extremo que una medida tan excepcional como el toque de queda parece haberse quedado como un recurso fácil ante cualquier eventualidad. Sin embargo, cuando se trata de obligar a los negacionistas a que se vacunen, entonces comienzan a deslizarse argumentos finos sobre la libertad y los límites del intervencionismo del Estado. Miles de negocios han echado la persiana; el sector del ocio está cerrado desde hace un año y medio; la cultura se desenvuelve entre el medio gas y la muerte por inanición; el turismo está filtrado por decenas de normativas que lo tornan más en una tortura que en una experiencia placentera... En estos casos, la intervención de las autoridades políticas y sanitarias no se cuestiona. Pero, cuando se trata de obligar a una minoría de conspiranoicos a que se vacunen para garantizar un grado de inmunidad suficiente, la libertad es sagrada y los cuerpos inviolables y soberanos.

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