De uvas y propósitos
VERITAS VINCIT ·
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VERITAS VINCIT ·
¿Saben que la costumbre de tomar una uva por cada campanada tiene como protagonista a don Abascal?Extinguido el eco de la última campanada, con el recuerdo de los sorbos del champán, y el incordio del pellejo de la uva entre los ... dientes, empezamos 2022 con una cierta incertidumbre y algo de pesimismo que algunos privilegiados lo compensan con dosis de ilusión y esperanza. A pesar de que el saldo sea positivo o negativo, conscientes que a la noche más oscura siempre sucede la mañana más luminosa, yo, querido lector, digo y mantengo que tengo fe en lo que está por venir. Reconozco que cuesta trabajo imaginar un nuevo año mejor que el que hemos dejado atrás, entre otras cosas porque todos somos un poco más viejos, pero ha sido tan desastroso el pasado que, a poco que los políticos dejen de hacer política y se entretengan solo en viajar, medrar y cobrar, nuestras vidas pueden mejorar. Teniendo en cuenta, además, que a don Sánchez le queda un año menos la esperanza parece que espabila.
¿Saben mis lectores que la costumbre de tomar una uva por cada campanada del primer día del nuevo año tiene como protagonista a don Abascal? Que nadie piense que quiero darle protagonismo al líder de ese partido tan querido por unos y tan odiado por otros; el Abascal de mi relato, de nombre José, fue alcalde de Madrid a finales del siglo XIX. Alarmado y enfadado por el tumulto, el griterío, y las reyertas que los madrileños formaban por calles y plazas la noche de fin de año, queriendo atender las demandas de la gente de orden que estaba hasta el moño de las zarabandas, publicó un bando prohibiendo las reuniones nocturnas en espacios públicos ese día tan señalado con la única excepción de asistir a la Puerta del Sol para oír, con el correspondiente decoro, las famosas doce campanadas del reloj de Gobernación. Una pandilla de 'chulapos', para hacer mofa a la restricción y cabrear a don Abascal, al tiempo que gritaban y cantaban desaforadamente, dieron en comer uvas y beber champán para imitar la costumbre de los burgueses, que de esa guisa, remedando a la aristocracia francesa, celebraban la salida y entrada del año. Con posterioridad, ya entrado el siglo XX, unos avispados comerciantes alicantinos, preocupados por la abundante cosecha de la famosa uva blanca de Aledo que se cultiva en el valle del Vinalopó y temiendo no poder darle salida lanzaron una gran campaña publicitaria en la que se asociaba el consumo de las doce uvas, una por mes, a la suerte para todo el año. Yo, qué quieren que les diga, hace mucho que, sabiendo a ciencia cierta que las pasas son uvas, previamente maceradas en buen licor las he adoptado como mi amuleto de la suerte junto con oro en la copa del brindis. Cumplo así con la tradición, y al propio tiempo evito atascos de pepitas y pellejos.
Con la última campanada es costumbre hacer buenos propósitos, algunos referentes a la salud del cuerpo como los que mi querido amigo auroro, ya fallecido, Antonio Díaz, de apodo 'El Guitarra', así enumeraba: el primero y principal tomarse tres revueltos antes de almorzar; el segundo, vivir lo mejor que puedas en este mundo; el tercero, en vez de ser la carne de cabra que sea de cordero; el cuarto, ayunar después de harto; y el quinto, en vez de que sea blanco que sea tinto. Cinco mandamientos que resumía, pleno de la mejor retranca huertana, en dos: en verano a la sombra y en invierno al sol.
Hay también propósitos que se refieren al alma: ser mejor y más pacientes, no acordarse de los favores otorgados pero sí de los recibidos, escuchar más y hablar menos, ser generoso con las faltas ajenas y algo mas estricto con las propias, perdonar hasta siete veces siete incluso a don Sánchez o a don Casado, según en que orilla del rio político te encuentres. Difícil esto último de cumplir: a podemitas, comunistas, independentistas y filoetarras es imposible otorgarles el perdón porque entre que no se dejan y son tantas sus faltas habría que buscar al otorgante en apartados monasterios, o, incluso, en el Vaticano. Hagan sus propósitos y no se preocupen por su incumplimiento, tomen ejemplo de nuestros políticos con sus promesas electorales.
Mis mejores deseos para este nuevo año. Y que nadie se impaciente, volveré pronto por mis fueros, doy por terminada la tregua navideña.
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