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Quizás les extrañe un artículo sobre la universidad en plena canícula de agosto cuando a nadie le debería importar demasiado. Aunque me temo que a nadie le importa mucho tampoco el resto del año. Antes, en agosto, muchos estudiantes no tenían otro remedio que estudiar para encarar los exámenes de septiembre. Ya no, ahora los exámenes de repesca se hacen a primeros de julio, de forma que todo el verano los jóvenes quedan libres. Supongo que habrá a quien esto le parezca adecuado, a mí, sin embargo, me sonó a otro paso más hacia la reducción del esfuerzo y la eliminación de los estímulos. Antes, los buenos estudiantes tenían el premio de un verano libre, ahora, lo tienen todos.
Pero esto es simplemente un detalle menor en el mar de problemas que siguen aquejando a la universidad en España. Otro botón de muestra del poco aprecio por la institución ha sido el papel que ha jugado la universidad, y la ciencia, en las negociaciones entre los partidos para la investidura fallida como presiente del Gobierno de Pedro Sánchez. Si nos atenemos a lo que se ha dicho en la prensa, en esa negociación apareció el Ministerio de Ciencia y Universidades como un comodín que parecía tener poco valor y podía ser cedido frente a los llamados ministerios de 'Estado'. Yo me pregunto, ¿qué mayor asunto de Estado que nuestro futuro? Estar en el paquete de asuntos menores para la negociación, no deja de ser una muestra del escaso valor que los políticos, de uno u otro lado, otorgan a estos asuntos. Aunque se reconoce la necesidad urgente de una reforma, lo cierto es que han pasado muchos años y todo sigue igual en la universidad española. Y, amigos lectores, lo mismo que un enfermo grave necesita ayuda externa y no puede practicarse a sí mismo una cirugía, la universidad en España no puede arreglarse a sí misma. Necesita de una fuerte renovación que la adapte a lo que necesita de ella la sociedad. Recuerden que su razón de ser es la generación de nuevo conocimiento y la formación critica de los jóvenes. Por supuesto, también debe ocuparse de dotar a los estudiantes de herramientas que les permitan entrar en el mercado laboral y progresar para ser una eficaz palanca de movilidad social.
Es el aspecto de generación de conocimiento el que presenta en España un mayor déficit. Es por ello, que ninguna de nuestras universidades aparece en los primeros puestos de los ránquines. Y mi impresión personal es que, en el futuro, salvo que se realice esa necesaria y drástica cirugía, las cosas van a ir a peor. De hecho, mi pronóstico es que, en pocos años, va a ser prácticamente imposible que en las universidades se produzca ciencia y conocimiento de primer nivel. En algunas partes de España se está creando desde hace años un entramado paralelo de investigación fuera de las universidades. Con centros potentes que tienen muchas ventajas de funcionamiento y que son capaces de atraer a los mejores. No es de extrañar que en Cataluña, el País Vasco y Madrid se concentren la gran mayoría de los centros de investigación de excelencia, y que ya la mayor parte de ellos esté fuera de las universidades.
Esto sucede cuando la plantilla de profesorado en las universidades españolas esta muy envejecida. Esto supone un reto formidable, pero es una gran oportunidad de mejorar, si las universidades fueran capaces de tener un plan adecuado de contratación de profesorado. Sin embargo, como de manera graciosa dice un amigo mío, la universidad española nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad. Les voy a poner un ejemplo.
Un joven científico español con una formidable carrera lleva muchos años en el extranjero y tiene financiación millonaria de la Unión Europea. Su futuro es prometedor y es muy probable que se convierta en una estrella en su campo. Tiene familia con niños pequeños y le gustaría volver a España. Tiene ofertas de media docena de universidades de diversos países para mudarse cuando quisiera. Ninguna de ellas está en España. Aquí las universidades no pueden tener una política activa de búsqueda de recursos humanos. Este joven quiere seguir haciendo investigación de primera fila y además le atrae hacerla en una universidad de una ciudad de tamaño medio. Pero finalmente no es posible. Ha aceptado una oferta de Ikerbasque. Este es un organismo del Gobierno vasco que tiene abierto de manera permanente un programa por el que contrata sin problemas burocráticos, ni trabas, a científicos como él. No irá a una universidad, sino a uno de los centros de investigación del sistema vasco. Este patrón es un goteo continuo que se repite con muchos de los mejores posibles profesores y así las universidades van perdiendo oportunidades y se van vaciando de talento.
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