Trampantojos
VERITAS VINCIT ·
Por los pasillos de La Moncloa, o a bordo del Falcon, creo oír al presidente recitar imitando la letanía de aquella monja exclaustradaSecciones
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VERITAS VINCIT ·
Por los pasillos de La Moncloa, o a bordo del Falcon, creo oír al presidente recitar imitando la letanía de aquella monja exclaustradaAbro el diccionario: «Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es». El trampantojo es una técnica cuyo origen ... se remonta a la antigua Grecia, pero que alcanzó su época dorada durante el Barroco cuando se utilizaron como elementos decorativos en iglesias y otros monumentos. Plinio narra en su enciclopedia 'Historia Natural' un episodio que sitúa las trampas del arte ya en la Grecia clásica en un duelo pictórico entre Zeuxis y Parrasio: cuando unas aves acuden a picar las uvas que había pintado el primero, este se cree ganador, pero al urgir al segundo a retirar la cortina que tapa su obra sabe que ha perdido; ninguna tela la cubre.
Reputados cocineros llevan en las cartas de sus 'estrellados' restaurantes espectaculares platos con trampantojo: corchos que en realidad son foie; embutidos que son pescados; piña colada con apariencia de jabón y estropajo. Hay trampantojos en famosos cuadros simulando que aquello que representan es un elemento real del entorno. Los hay también urbanos: puertas donde no existen, escaleras que no conducen a ninguna parte, nuevas calles que no lo son, fachadas impostadas. En el interior de lujosas habitaciones o espaciosos salones hay ventanales con trampantojo que se abren a bellos paisajes que solo existen en el pincel del artista que los plasmó.
Si en los casos citados el trampatojo no es sino una muestra de ingenio que para nada puede perjudicarnos, no ocurre igual en la acción política donde la trampa para los ojos, en la que caen algunos ingenuos, cobra tintes delictivos. Sin ánimo de añadir más preocupaciones que las debidas, cito la más reciente trampa de ese artista que es Sánchez Trampantojo I. El proyecto de Presupuestos, recién aprobado por el Gobierno y presentado en las Cortes, alberga, entre el galimatías de los números, un monumental trampantojo. Para programar lo que se puede gastar, sin tener que aumentar la enorme deuda pública existente, hay que presuponer lo que se va a ingresar, para lo cual se tiene en cuenta la previsión de crecimiento del Producto Interior Bruto. Anticipándose, arteramente, a la cifra de aumento que el Banco de España iba a dar, el Gobierno aprueba los Presupuestos con un incremento del gasto acorde a un aumento de los ingresos cuya principal fuente se basa en un crecimiento del PIB estimado en el 2,14%. Trampantojo habemus: los servicios económicos del Banco de España rebajan el crecimiento al 1,7%, los del Fondo Monetario Internacional al 1,1% y los del BBVA, al 1%, casi nada, unas decimitas que diría el 'sabio economista internacional' Patxi López, cuando cada punto de diferencia del crecimiento supone más de trece mil millones de euros menos. Don Sánchez y sus mariachis darán la aprobación a esos tramposos presupuestos, incluso con más aumento del gasto, para contentar a los pedigüeños chantajistas y así, derrochando a manos llenas, los sufridos contribuyentes financiaremos la campaña electoral del Trampantojero y la de sus socios trampantojistas.
Para hacer frente a tanto gasto, al fallar los ingresos, tanto por la recaudación fiscal prevista cuanto por el falso incremento del PIB, habrá que recurrir a la deuda, no tendremos recursos para atender al principal, ni siquiera para hacer frente a los intereses, el riesgo país se disparará, entraremos en bancarrota y Bruselas tendrá que intervenir: vendrán los hombres de negro y nos impondrán unas condiciones tan restrictivas que echarán por tierra ese trampantojo Estado de Bienestar. Para entonces, el taimado presidente puede que haya emigrado a algún organismo internacional, por lo cual serán Feijoó o doña Calviño los que tengan que bailar con la más fea. Por los pasillos de La Moncloa, o a bordo del Falcon, creo oír al presidente recitar imitando la letanía de aquella monja exclaustrada: «Para el tiempo que me queda de estar en el convento me cago dentro». Lo peor es que esa deposición es ya tan copiosa que, ni tirando varias veces de la cadena, podremos hacerla desaparecer, y todos, los que lo han votado y los que no, terminaremos ahogados en la inmundicia. Siendo malo no es lo peor: el más dañino trampantojo es el que nos intenta hacer ver al incapaz, sectario, manirroto y caudillista don Sánchez como gran estadista, abogado de los pobres, salvador del país y defensor de la democracia. Menos mal que esa trampa para los ojos cada vez engaña a menos españoles.
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