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Tecleo en mi móvil 'MeToca', la nueva 'app' con la que el Ministerio de Igualdad busca repartir las tareas del hogar de manera equitativa. «El ... derecho al tiempo es algo que se tiene que regular en España», sentenció hace unos días la secretaria de Estado, Ángela Rodríguez, en la presentación, junto a la ministra en funciones, Irene Montero, de esta iniciativa que ha costado más de 200.000 euros y pretende cronometrar nuestras vidas.
Según el Instituto Nacional de Salud y Seguridad en el Trabajo, las mujeres con un empleo a jornada completa dedican 12,5 horas semanales más que los hombres a las tareas domésticas. Bajo esta premisa se ha puesto en marcha esta aplicación para contabilizar las tareas destinadas al hogar y el cuidado, y establecer una serie de saldos que evalúan la distribución de las cargas, que viene a ser lo mismo que el cuadrante de toda la vida pegado con imán a la nevera que hay en miles de casas españolas. También lo hubo en la mía.
Mi padre cocina y hace la compra, igual que muchos de mis amigos; mi vecino de arriba pone lavadoras, limpia baños y friega la cocina. Tengo claro que existen núcleos familiares donde no pasa lo mismo, pero me pregunto: si necesitas la aplicación para distribuir tareas, ¿te la descargarías? Si tu público objetivo son familias que culturalmente no tienen la distribución de tareas como práctica, ¿algo así para qué se lo descargarían? La primera pregunta la contesto con un no rotundo; para nada sería mi respuesta a la segunda y añadiría: esta aplicación me parece una chorrada como la copa de un pino, un despilfarro de dinero público y una peligrosa intromisión en un terreno que es estrictamente privado y no público porque, vamos a ver, ¿realmente necesitamos un Pepito Grillo para calcular que las tareas domésticas se repartan en nuestras familias de forma justa? La corresponsabilidad es un tema muy serio que no va de contar minutos y segundos ni de canciones estúpidas como la que acompaña esta nueva 'app' con letras como «antes hacía todo sola y tú, el rey de la consola» o «qué alegría me llevé cuando limpiando te encontré».
Ya que hablamos de lo privado y lo público, ¿qué me dicen de la que se ha montado con el chat de alumnos de la Universidad de La Rioja? Vaya por delante que por supuesto que hay que educar para acabar con el machismo pero regular su expresión no es asunto simple. Jamás apoyaré la anulación de la vida privada al servicio del poder establecido. Juzgar los discursos privados como si fueran públicos es el principio del totalitarismo que odio y para el que jamás cuenten conmigo.
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