Secciones
Servicios
Destacamos
Tal vez la identidad en vilo. Un estado mental donde escuchar el origen y captar la amplitud de nuestro límite. El lugar donde cesa el ... sufrimiento del ego. Lo previo antes de hacer. El instrumento que aligera el peso del mundo y nos acerca a Dios. Donde el alma se hace sabia y prudente. Por qué no una espera del nombrar. El balcón para analizarnos desde otra perspectiva. La gracia de Dios. La llave que permite introducirse en la complejidad de la conciencia. Algo que detiene, ordena, crea y disuelve.
Definiciones de la también falta de ruido que no son mías pero que ya guardo muy adentro, copiadas del libro de Ramón Andrés 'No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio' que Paco Contreras, el Niño de Elche, me dejó prestado mientras la semana pasada trataba de escapar del sofocante calor de una tarde de julio extremeña y de la vergüenza de desnudar mi voz, que es alma, frente a un grupo de extraños que ya no lo son y que, como yo, habían decidido apuntarse a un curso de expresión vocal con este artista que ha puesto patas arriba al flamenco.
Escondida en una de las estancias solitarias y frescas del imponente Monasterio de Guadalupe, abrí al azar el libro por la página 93, en el capítulo dedicado al franciscano Bernardino de Laredo: «Un erizo, una tortuga o un galápago son animales que se encierran dentro de sí, y cuando están encerrados obran guardando su vida en muy callada inquietud, y nadie los ve en lo interior, ni ellos estando encerrados ven casi nada a la parte de fuera. Cuando son constreñidos a salir a lo de afuera, sacan la cabeza y pies, y a cualquier impedimento o que quiera que los toca se vuelven luego a coger y a encerrarse en sí mismos. Esta vuelta hacia sí, este volverse a sí mismos, esto es hacer reflexión».
Un erizo, una tortuga, un galápago, a ratos; dichosa y sorprendida, siempre. Así pasé horas y horas en ese edificio mitad gótico, mitad mudéjar, donde Colón convenció a Isabel y Fernando para que financiaran su viaje a América, la reina dejó en custodia su testamento y Cervantes ofreció a la Virgen negra y de madera de cedro los grilletes de su cautiverio. Gracias al Observatorio de lo Invisible por hacer posible y visible este inspirador encuentro y al Niño de Elche por su generosidad y saber infinito, por las risas nocturnas entre copas y ruinas y por hacerme entender el silencio no como una falta de sonido sino como un pensar, respirar, contemplar, observar. Un espacio de posibilidad. Una escucha atenta, vital en estos ruidosos días de política y enfrentamientos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.