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Leo en 'Cartas al director' de un periódico nacional esta de Carmen: «¡Cuánto me echaba de menos! Y yo sin tener ni idea. Ni siquiera ... sabía que se acordaba de mí. Por eso me sorprendió tanto que su nieta me llamara para el funeral. Había pedido que lo enterraran con una foto mía y la música de 'Perdóname', del Dúo Dinámico. Un amor tan antiguo, el primero. Me gustaría creer que hay otra vida». La historia ha resultado cuento chino, pero me sirve de excusa para preguntar en el chat de amigos por el primer amor y entonces cobran vida María, la vecina a la que Diego espiaba detrás de las cortinas y que le rompió el corazón cuando se marchó de Bilbao; la chica de los veranos en Torrevieja que se subía al tren de la bruja por invitación de Lázaro; lo primero que vio Pilar al entrar y eso que estaba al fondo de la clase, por cierto, más de cuarenta años después el de la sonrisa y los ojos grandes sigue enviándole canciones románticas; el morenazo que jugaba al baloncesto y al que la larguirucha extrovertida de Lourdes se atrevió a declararse; ese amor que llevó a Berta a playas nudistas, saltar en paracaídas y a los picos de las montañas. También el que la fatídica lluvia y el cruce de un autobús de pasajeros arrebató a alguien.
¿Y mi primer amor? Era mayor que yo, ni caso me hacía hasta que un día se fijó en mí, bueno mejor en el jersey rojo de perlé que, con agujas del 2 y mucho mimo, me había tejido mi madre. Hace poco alguien me dijo que quiere volver a verme pero yo no tengo ningunas ganas, ¿de qué hablar después de cuarenta años y dos vidas cada una para un lado? Supongo que no soy tan romántica aunque el otro día lloré como una pava cuando en 'Suave como el visón' Doris Day y Cary Grant terminan casándose. Sí, hace semanas que me refugio en el cine clásico, más recomendable para mi salud y estado anímico que los tejemanejes de Koldo y Ávalos.
Pero volvamos al primer amor que nunca se olvida y para entender esa chispa inicial profunda y misteriosa tal vez sea mejor mirar cerebro adentro y dejarnos de chuminadas románticas, ahí está la clave. Los neuropsicólogos aseguran que la adolescencia es el mejor momento para registrar información, éxito asegurado si el acontecimiento en cuestión ofrece dosis altamente emocionales. Lo del primer amor con sopa química incluida de hormonas sexuales, serotonina, dopamina y oxitocina, no sé si se me olvida algo, no es moco de pavo: neurológicamente estamos programados para recordarlo. Aunque nos rompan el corazón y nos den calabazas.
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