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Esta España mía, que también es vuestra, ha terminado por agotar mi paciencia que creía poseer en mayores dosis desde que cumplí los cincuenta. Ya ... no puedo más con tanto insulto, tanto donde dije digo digo Diego, tanta traición, tanta arenga y por eso, una vez superada la perplejidad por los recientes acontecimientos y transmutadas en aceptación mi indignación y descontento, también el sombrío e incierto futuro que nos espera, he decidido mirar hacia otros lados. Y en Oriente siempre encuentro admiración y sosiego.
Mientras en las calles de Madrid y otras ciudades se clamaba una noche más contra la amnistía y concesiones hasta hace poco inimaginables para los que batallan por la independencia, me refugié en 'Cien flores', un luminoso haiku en forma de largometraje dirigido por Genki Kawamura en el que una madre lucha por recordar lo que el hijo quiere borrar de su mente. No se la pierdan. Siempre me ha entusiasmado el cine asiático, el nuevo no deja de sorprenderme, y jamás me atrevería a poner en duda que 'Los siete samuráis' es cine del bueno y la mejor película japonesa de todos los tiempos. Me la he visto ni sé las veces, hace pocos días, sin ir más lejos.
Dichosa me sentiría y dormiría a pierna suelta si fuera capaz de ver a los diputados de Pedro Sánchez como esos aguerridos y dignos samuráis, fieles al 'bushido', el camino del guerrero, un código ético muy estricto al que entregaban sus vidas y que exigía lealtad y honor hasta la muerte. Mejor me callo lo que pienso de ellos, pero sí les digo que la otra noche imaginé a García-Page y sus ocho ataviados de guerra y salvándonos de la quema como los valerosos hombres de Kurosawa defendiendo de los bandidos al pueblo. La ilusión me duró una siesta: aunque el presidente de Castilla-La Mancha asegura que el pacto con Puigdemont «no lo van a tolerar bajo ningún concepto», no se emocionen que 'tamayazo' ni hay ni se le espera.
Vienen días convulsos y mi estómago es altamente sensible a todo tipo de sentimientos y acontecimientos. Si les pasa lo mismo les tengo el remedio, que es algo parecido a lo que ya utilizaban debajo de sus armaduras los samuráis en las primeras guerras donde pasaban muchas horas helados de frío a la intemperie. Se llama haramaki, es un prenda de vestir tubular elástica y de algodón que envuelve el hara, el centro vital y energético del cuerpo que abarca desde debajo del pecho hasta las caderas. Yo ya tengo el mío que compré en internet y, desde que mantengo esa parte de mi cuerpo protegida y caliente, todo lo demás parece que importa menos.
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