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Mi abuelo murió cuando yo tenía seis años y de él tan solo recuerdo sus interminables piernas sobre las que me gustaba sentarme y las ... postales que me enviaba haciéndose pasar por una tal Clotilde que a él le hacían mucha gracia y a mí no tanto, porque yo a esa niña que fingía ser mi amiga no la conocía de nada. Todo lo demás me lo han contado. «Me llamo Luis de Velasco, soy médico especialista en pulmón y corazón, trabajo y vivo en Valencia, estoy casado con María Teresa Rami, tengo cinco hijos y me gustaría poder leer durante el viaje», le decía mi abuelo a todo el que se sentaba a su lado. Hablar con desconocidos le costaba, viajar en tren le encantaba. De él no heredé la vocación médica, pero sí la fascinación por todo lo que escribió Stefan Zweig, también por el chacachá y el traqueteo ferroviario.
Cierro los ojos y lo imagino en uno de sus viajes a Madrid a visitar a sus padres, vestido de borsalino, traje y corbata, su libreta negra, varios libros en la cartera de piel y las gafas metálicas. Antes todo era más lento y elegante, pero llegó el progreso, ese que a veces me pregunto dónde nos está llevando. Benjamin Franklin soltó lo del 'Time is money' y todos a correr como condenados. Prepárense que ya vienen pisando fuerte unas cápsulas flotantes que se precipitarán a través de tubos de vacío a más de 1.200 kilómetros por hora en las que viajar en 55 minutos de Ámsterdam a Berlín y en poco más de media hora de Madrid a la capital catalana. Hyperloop ha bautizado Elon Musk a su invento, «un cruce entre un Concorde, un cañón y una mesa de hockey de aire», y ya se han realizado con gran éxito las primeras pruebas con pasajeros en Alemania. A mi abuelo no lo veo subido en una de estas hipersónicas cabinas: él era todo un caballero de exquisitas maneras y tiempos pausados.
Durante años he cabalgado por el mundo cual caballo desbocado para no perderme nada. La pandemia me paró en seco, he pensado mucho, he cumplido años y ahora busco otros ritmos como los de los trenes de antaño en los que viajaba mi abuelo, a quien hoy recuerdo y extraño frente al bellísimo retrato con su bata blanca de médico que he vuelto a ver en casa de mi tío Pepe en Valencia y que pintó la gran artista que fue, y por eso tiene cuadros hasta en el Pompidou, su hermana y mi tía abuela Rosario, de la que ando preparando una exposición nada más y nada menos que para el Museo Thyssen. Les iré contando.
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