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Abro la cristalera que da al jardín. Me gusta desperezarme con el aire fresco de la mañana. También pisar descalza la hierba y mojarme los ... pies: todo amanece empapado de tanta humedad. Cuatro cucharadas, una taza hasta arriba de agua y a esperar el café, mientras preparo las tostadas y troceo un mango. Al ritmo de 'Mercy of Maria', de Midnignt Choir, reviso el correo electrónico en el ordenador. «¿La vida es hacer el táper, trabajar, ir al súper y ver una serie de Netflix?», se pregunta la escritora Beatriz Serrano en uno de los emails que recibo. También en su primera novela, 'El descontento', en la que retrata la precariedad, la amargura de la juventud, la soledad, la vida en la ciudad, la rutina y la amistad a través de Marisa, una publicista en los treinta que sobrevive a base de Orfidal.
¿Hacer el táper, trabajar, ir al súper y ver una serie de Netflix? ¡Pero qué diablos va a ser eso vivir! Y cabreada empiezo a escribir: la vida es nadar con Inés en el mar helado y sacudirnos juntas la ansiedad. La vida es planear llegar a pie a Caravaca en el Año Jubilar, ojalá que con los almendros en flor. La vida es inaugurar en junio en el Museo Thyssen la exposición de mi tía abuela que tanto merece y tanto soñé. La vida es un fin de semana con los que más quiero de chimenea y jardín.
Carcajada, felicidad, amor, risa y alegría son algunas de las palabras «más felices», según un estudio de la Universidad de Vermont, que analizó cerca de 2.000 obras literarias en las que también se encontraron algunas de las más tristes: terrorista, suicidio, asesino o cáncer. Las palabras que nos decimos y en voz alta, las historias que nos contamos y que contamos a los demás tienen un gran impacto en nuestras vidas.
Dice Luis Castellanos, doctor en Filosofía Pura e investigador: «Cuida las palabras y las palabras cuidarán de ti». Y vaya que sí. Hablarnos y hablar de forma amable y positiva es elección, mandar al carajo ese lenguaje tóxico que normaliza el insulto, el desprecio y el odio, receta ganadora para vivir mejor.
'Qué bonita la vida' es una preciosa canción. La compuso Dani Martín. Busquen la versión con Raphael. La escucho mientras termino de escribir esta columna y pienso en los guardias civiles muertos en Barbate al ser embestida su ridícula zódiac por una narcolancha de catorce metros de eslora a la que trataban de detener. Qué bonita la vida para morir tan joven y qué dignidad la de la viuda que plantó cara al ministro Grande-Marlaska, al que no le quedó otra que guardarse la medalla para otro funeral.
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