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'Tosca', una de las óperas más célebres de Puccini, tiene lugar en la Roma de 1800. Scarpia, el jefe de policía de la ciudad, encarcela al pintor Cavadarossi para sonsacarle el paradero de su amigo Angelotti, un revolucionario huido de prisión. Floria Tosca, amante de Cavadarossi, acude a Scarpia para interceder por su libertad. El malvado jefe de Policía le propone un trato: simulará un fusilamiento, así ambos podrán huir al alba, siempre y cuando ella acceda a su lujuria. Sellado el acuerdo, Scarpia da una orden a su guardia. Tras esto, Tosca aprovecha para apuñalarle y salvar su honor. Al alba, tras el conmovedor 'E Lucevan le stelle', Tosca advierte a su amado sobre la pantomima de fusilamiento, pero Cavaradossi finalmente es realmente fusilado. Scarpia tampoco había cumplido lo pactado. Tosca en su desesperación se suicida desde lo alto del Castel Sant'Angelo.
Esta apasionante ópera ilustra de forma magistral el problema con un conflicto estratégico muy común. Los acuerdos que albergan incentivos a ser incumplidos acaban incumpliéndose a pesar de las aparentes buenas intenciones. Los objetivos individuales se anteponen a cualquier hipotético objetivo común. Cada uno comprende como nefasto cumplir el acuerdo mientras el adversario se desvía del mismo. En equilibrio, muere hasta el apuntador.
La abanderada escenificación que Sánchez y Ayuso protagonizaron la semana pasada para simbolizar un acuerdo entre administraciones en la lucha contra la pandemia, no solo llegó siete meses tarde, sin agobios oiga, sino que puso de manifiesto hasta qué punto puede acaparar la atención mediática un teatrillo meramente estético, huero y estéril. A pesar del bombo y platillo y de la pólvora del Rey, solo forofos de partido, ingenuos de salón y abrazaeslóganes de memoria histérica selectiva podían llegar a albergar alguna esperanza de que el propósito de buenas intenciones fuera a fructificar en proteger la salud de la ciudadanía. Era demasiado ese tufillo tacticista del 'yo vengo a ayudar' de Brutus, 'cumbre universal' pajiniana a lo ZP-Obama, 'que todo es Madrid y por ella maaato' y que si 'a ver si confinas tú –nooo tú, tontorrón– tú primero' para repartir culpas. Ya es difícil alcanzar un acuerdo cuando ni siquiera se acuerda el desacuerdo, cuánto más cuando subyacen incentivos tacticistas donde el interés general ni está, ni se le espera. Al cabo, la ciudadanía ya tenemos la piel curtida; este tipo de escenificaciones de acuerdos van camino a la irrelevancia suscitando el mismo interés que las publicaciones del CIS de Tezanos. Nulo.
Casi lo más triste es de orden estético. A diferencia de Tosca y Scarpia, estas malas copias baratas en nuestra política actual, en lugar de llevar su tacticismo con recato, lo exhiben procazmente y nos pretenden alienados mientras caemos fusilados como Cavaradossi por un virus que, de tener manos, se las frotaría con avidez ante tanta estupidez.
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