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Las vanguardias de lo cibernético están intentando utilizar la vieja estrategia de Ulises 'el Astuto' para entrar en el recinto fortificado de la ciudad asediada

Lunes, 8 de febrero 2021, 08:57

Por fin, una valiente iniciativa se alza para poner coto a las inadmisibles injerencias del comercio electrónico, que, en determinados ámbitos, está empeñado en desarbolar iniciativas tradicionales ya consolidadas y efectivas entre los usuarios. Hablo del gremio de libreros, que, abandonando la filosofía ancestral del célebre Juan Palomo –yo me lo guiso, yo me lo como–, y la postura antigua de la división en taifas, ha apostado por unirse y plantar cara a empresas multinacionales que igual venden libros que calcetines o tuercas para tornillos, atentos solo al negocio, sin importarles el carácter singular y diferenciado de los productos que distribuyen.

Para tales empresas todo es mercancía, producto de consumo, materia de usar y tirar que, una vez deglutida, se transforma en basura. Sin embargo, quienes hemos crecido en la amorosa y necesaria compañía de los libros sabemos que no es lo mismo un libro, que puede contener el mundo entre sus renglones, que una cisterna para el váter o una novedosa camiseta con la lamentable –por sobreexplotada–efigie del 'Che' Guevara. Los libros son, entre otras cosas, alimento para el espíritu, transmisión del pensamiento, difusión de los saberes, historia de lo acaecido, gozo de las creaciones literarias. Un bien imperecedero cuya transmisión y distribución debe permanecer en las manos adecuadas y alejado de las zarpas de mercachifles sin conciencia ética, desconocedores del valor incalculable que posee una página bien escrita.

La iniciativa se llama Todostuslibros.com, y proyecta la venta de toda clase de libros y su distribución, cuando no hay más remedio, a través del comercio electrónico, también conocido por el mal nombre de 'e-commerce'. Se trata de una inteligente reacción contra plataformas como Amazon y Aliwei, que se han implantado en nuestro paisaje comercial con la intención perversa de acabar con las librerías tradicionales, entre otros negocios de importancia social incontestable.

Solo cabe la resistencia, el no dejarse arrastrar por la comodidad ni la prisa. Los libros son un proyecto cultural de largo aliento

Cabe celebrar esta loable y acertada estrategia, que se apresta a luchar con las mismas armas que sus competidores (la utilización de un inmenso almacenamiento –el de las numerosas librerías asociadas– y la rapidez en ponerlo a disposición de lectores presurosos), pero con la ventaja considerable de que quienes nos venden y aconsejan libros en la librería y no desde un almacén, donde los libros están asilados junto a cajas de alubias en conserva y montañas de papel higiénico, son libreros que poseen la antigua sabiduría que encierran los textos escritos desde hace millares de años (lean al respecto el inmejorable 'El infinito en un junco', de Irene Vallejo). Libreros que pueden aconsejarnos porque entienden este laudable oficio, porque se han convertido en unos resistentes de la cultura en un mundo que desprecia las cosas del espíritu, que, por supuesto, no caben en las cuatro esquinas de las pantallas virtuales: tabletas, televisiones, móviles..., una cultura que encuentra su acomodo mejor en las páginas de papel de los libros.

En Francia, los libreros puestos en pie de guerra han llevado a juicio por competencia desleal a la empresa multinacional de marras, pues mientras las librerías se cerraron por orden del Gobierno con la alegación de posibles contagios, Amazon siguió vendiendo libros y distribuyéndolos so explicación de que era comercio electrónico y, en consecuencia, no sujeto a las restricciones de las tradicionales librerías, obligadas a ello por la pandemia.

Las vanguardias de lo cibernético están intentando utilizar la vieja estrategia de Ulises 'el Astuto' para entrar en el recinto fortificado de la ciudad asediada. El 'caballo de Troya' en esta ocasión es el comercio electrónico. Una vez que la mayoría de ciudadanos opte por esta manera de comprar, presentada como moderna, avanzada, y 'cool', podrá certificarse la muerte del comercio tradicional, la desaparición de las tiendas de barrio, la desertificación de los centros históricos y su conversión en parques temáticos para uso de turistas a los que no les importa que las ciudades se degraden, por haber derivado en ciudadelas de cartón piedra sin habitantes, sin autenticidad, sin vida.

Atravesamos un momento crucial para la supervivencia de la cultura tal como la conocemos actualmente. Las hordas de los bárbaros, henchidos de tecnologías dominantes, poseedores del poder y el dinero están arrasando el solar de antiguas culturas –entre ellas la nuestra– para imponer sus mitologías, sus dioses, su modo de ver el mundo, tan dañino por ser diferente del propio y provisto de otros valores que ni nos van ni nos vienen (lean un antiguo ensayo sobre el tema, 'El Mediterráneo y los bárbaros del Norte', de Luis Racionero).

Solo cabe la resistencia, el no dejarse arrastrar por la comodidad ni la prisa. Los libros son un proyecto cultural de largo aliento. Ellos nos han acompañado y nos siguen acompañando a lo largo de nuestra vida. Alguna vez, el futuro nos pedirá cuentas si dejamos de serles leales y desertamos de su compañía y su lectura.

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