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Extienden sobre la mesa un mapamundi sobre el que trazan líneas para repartirse los territorios. «A ver, el Canal de Panamá, Groenlandia y la franja ... de Gaza, para mí; las zonas de Ucrania que ya has bombardeado e invadido, para ti. De la OTAN y de la entrada de Ucrania en la Unión Europea, seguiremos hablando. Hala. Tan amigos y hasta la próxima».
La política expansionista de Putin, que entre muertos y heridos en Ucrania lleva cobradas un millón de víctimas, parece que ha encontrado en Trump un adepto inesperado. Rusia y Estados Unidos de América han decidido entablar conversaciones, «de inmediato», para acabar la guerra en Ucrania, pero sin contar con los ucranios ni con la Unión Europea. Todo un humillante desprecio. Se conducen como los amos de la finca que ignoran a sus aparceros y ejercen como dueños y señores, con permiso de China, la gran amenaza comercial para ambos que, como también cuenta con arsenal nuclear, tampoco se asusta de las amenazas disuasorias.
Así están las cosas. A saber dónde quedan los sueños y las esperanzas, es decir, los ideales. Esas utopías, tan molestas a veces, y que son irrealizables, sí, pero necesarias, ya que el ser humano no puede prescindir de sus aspiraciones, todos aspiramos a algo, todos esperamos y soñamos con algo, aunque cuando asistimos a las injusticias, las utopías por momentos se tornan en distopías y los sueños en pesadillas.
Es lo que ahora ocurre por momentos. Nos quieren cambiar el mundo, moldearlo con su modelo autoritario para imponer o vetar, según les convenga, las decisiones económicas y de seguridad de otras naciones más vulnerables, más débiles, más pobres, que se sabe que existen pero son relegadas. Como dice la novelista francesa Annie Ernaux en 'El lugar' (Tusquets, 2002): «Me deslicé en esa mitad del mundo para la cual la otra no es más que un decorado».
No hablamos ahora de una mitad sino de unos pocos, muy ricos ellos, riquísimos, que se dedican a organizar la vida de los demás y buscan encontrar algo en común con otros extremistas para compartir su deriva autoritaria. Enarbolan banderas y dicen pomposos discursos sobre el amor a la Patria, pero no dudan en perjudicar a sus compatriotas.
Así de triste y de peligroso.
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