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Ante el acercamiento de Trump a las políticas de Putin, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, afirma que nos hallamos ante ... un claro peligro existencial. Es el motivo por el que ayer se reunieron los líderes de la UE para configurar una defensa común ante el peligro que nos acecha, el cual no solo amenaza a las balanzas comerciales y al gasto en armamento, sino que también afecta a nuestra dignidad personal. Dignidad. Un concepto que se relaciona con la honradez, la nobleza y la decencia, valores que saltaron por los aires en la insólita encerrona que le hicieron al presidente ucranio en el despacho oval de la Casa Blanca. Goliat y sus pelotilleros contra David quien, emulando al pasaje bíblico, salió victorioso ante la abusiva humillación.
Fue de vergüenza ajena. Comprobar cómo los poderosos violaron la dignidad del líder ucranio, su derecho a ser valorado y respetado por sí mismo. Es cierto. Pero ya vemos que tendrá que pasar por el aro del precio que los poderosos le han puesto al fin de la guerra, a la convivencia social, lo cual no es óbice para ponernos manos a la obra en la tarea de dignificar los derechos humanos, si es que de verdad creemos que la persona debe estar en el centro de toda actividad política y de las decisiones económicas.
Aún estamos muy lejos de ese ideal.
Sin salir de casa, hay motivos para afirmar que la política española se ha reducido a un juego de estrategias, a un discurso de frases grandilocuentes y al cinismo como conducta, con el objetivo de que las formas llamen la atención y oculten el fondo del problema. La batalla principal se libra en internet y sus ventanas abiertas a los bulos y a la repetición de mentiras hasta convertirlas en verdades. El absolutismo regresivo pesca en el malestar ciudadano ante la apatía, cuando no inmovilidad, de políticas que no nieguen una casa y un futuro profesional a nuestra juventud (por ahí se explica el aumento de jóvenes que se pasan al autoritarismo en detrimento de la democracia) y de actitudes que profundizan en el abismo de la imposibilidad de asistir a una discusión razonable de los problemas. Pero actualmente eso se ha roto. Ahora el lenguaje que se usa es el del populismo dirigido a las emociones.
La razón se queda atrás.
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