Tiburones
EL DÉCIMO DENTISTA ·
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EL DÉCIMO DENTISTA ·
Esta lucha titánica de relatos emocionaría al mismísimo SpielbergUna semana antes de la celebración del 4 de julio, el apacible pueblo costero estadounidense de Amity amanece ignorando una amenaza que acecha en sus playas. Un gran tiburón blanco. Los restos de su primera víctima ponen en alerta a Brody, el jefe de policía, que manda cerrar las playas. Como viven del turismo, el alcalde Vaughn, rodeado de su gabinete de 'expertos', se opone: «Todo es cuestión de psicología. Gritas barracuda y la gente dice ¿uh?, pero dices tiburón y tienes un ataque de pánico el 4 de julio». Le preocupa la mala publicidad, se enoja ante una valla convertida en meme; desea limitar la difusión, acusa a los demás de alarmismo. Los fallecidos son minimizados. Tras capturar un tiburón, reabren las playas para no perder la campaña estival a pesar de las advertencias de que la amenaza seguía allí. Una playa repleta de turistas presencia un nuevo ataque. El alcalde reconoce su error y el jefe de policía sale a cazar al gran tiburón blanco.
Y hasta aquí, la antesala de la película 'Tiburón' de Spielberg para el relato principal: la lucha del hombre contra la realidad amenazante. Este relato ha sido el paradigma hasta el s. XX, ya sean tiburones, ballenas, terremotos, marabuntas, volcanes, tsunamis, pandemias o incluso dinosaurios reeditados. Pero el siglo XXI se ha plagado de guionistas y el paradigma ha mutado.
Hoy, el alcalde nunca reconocería el error. Procuraría refugiarse en opiniones científicas (uno o dos mordisquitos a lo sumo) para obviar al tiburón hasta pasado el 4 de julio. Tras varios ataques, prohibiría hasta el baño de casa, tomaría el control eludiendo controles, monitorizaría a quienes critican su gestión interponiendo el trabajo denodado de guardacostas y salvavidas que, ataviados con flotadores de patitos, acudirían a los rescates. Algunos del pueblo estarían pendientes de hilvanar contrarrelatos, incluido un homenaje pictórico a la Dolorosa. Muchos, atónitos, no entenderían un 'Salvar al Soldado Ryan' con el resto de muertos difuminados. Ante la debacle económica, mientras unos reclamarían abrir parte de su playa porque no ven la aleta otros los acusarían de insensatos. Los socios del alcalde estarían en su piscina reglamentando el baño y el alma de todos los demás. Otros con su relato independiente ajustado a su realidad diferencial...
Sería tan inabarcable que esta lucha titánica de relatos emocionaría al mismísimo Spielberg. La importancia de la realidad del tiburón sería secundaria, zampándose al personal a placer, pero sin ser localizado ni vencido. Si Spielberg hubiera contado hace 45 años con la política española, la saga de 'Tiburón' habría tenido más capítulos que los Simpson. Porque aquí abundan quienes precisan de cuentos para olvidar la realidad y quienes viven directamente del cuento. Y estos son los más fieros tiburones.
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