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Unos dicen que la novela como género nace con 'Don Quijote de la Mancha', en 1605. Otros piensan que nace en 1456, fecha en que se publica 'L'Histoire du petit Jehan' de Saintré de Antoine de la Sale. E incluso algunos consideran que para ... hablar de 'novela' hay que esperar a 1740, cuando ve la luz la 'Pamela' de Richardson... Pero resulta que existen novelas en griego desde hace más de 2.000 años. En efecto, se conservan fragmentos en papiros de la novela de Nino, la más antigua del género, del s. I a.C. Más o menos contemporáneos son los papiros de Parténope, y tenemos otra cincuentena de papiros novelescos escritos en los primeros siglos del Imperio romano.
La primera novela conservada íntegramente es la 'Calírroe' de Caritón de Afrodisias, escrita en el s. I d.C. Le siguen las 'Efesíacas' de Jenofonte de Éfeso, 'Leucipa y Clitofonte' de Aquiles Tacio, los 'Relatos pastoriles' de Longo, y las 'Etiópicas' de Heliodoro, que se sitúa en el s. IV d.C. Se trata de narraciones de ficción escritas en una prosa culta, cuyo principal propósito era entretener, y cuyo modelo estructural reposa en la separación forzada de dos amantes y la consiguiente búsqueda de uno por el otro, en un viaje en el que se suceden varios episodios en los que se atenta contra la integridad física o moral de los amantes, que, al final, se reencuentran y vuelven felices a su patria.
Existe otra serie de novelas cómico-paródicas, que parten de los 'Relatos milesios' de Aristides de Mileto, del s. II a.C., y que dan lugar a obras tan geniales como las 'Satíricas 'de Petronio y las 'Metamorfosis' de Apuleyo, escritas ambas en latín en los siglos iniciales del Imperio. E incluso en esas fechas se escribió en griego una novela de ciencia-ficción, las 'Cosas increíbles allende Tule', de Antonio Diógenes, cuyos protagonistas llegaban a una isla cercana a la Luna y allí eran testigos u oyentes de maravillas e historias prodigiosas... Quedan unos pocos papiros de los 24 libros que componían esta novela, de una complejísima y sofisticada estructura, cuya pérdida constituye, sin duda, una de las más lamentables de la narrativa antigua.
Paralelamente, a un origen aún anterior remontan las distintas versiones que circulaban de una fantástica 'Vida de Alejandro de Macedonia', traducida a unas ochenta lenguas y cuya popularidad llega a la Edad Media de toda Europa. Vendrán luego las novelas escritas en Bizancio entre los s. XII-XIV, y, a partir de todas esas tradiciones, las novelas de caballerías, 'Los amores de Clareo y Florisea', de Núñez de Reinoso, de 1552, el 'Lazarillo de Tormes', de 1554, el 'Persiles' de Cervantes... y un sinfín de ejemplares de un género poliédrico que ha seguido multiplicándose y transformándose hasta nuestros días, en que ha vuelto a hablar de magia y de fantasmas, a embarcarse en fantásticos y espaciales viajes, a recrear historias de épocas pasadas... Sus ecos modernos casi ahogan las voces originarias en griego y en latín, y algunos pueden creer que es algo novedoso.
Vivimos en un mundo de mucha confusión, y se nos olvida que el objetivo primordial de cualquier sociedad es educar a los jóvenes de forma que desarrollen al máximo sus capacidades y con instrumentos que fomenten su independencia intelectual y su capacidad crítica. Los jóvenes se merecen lo mejor, y, ante todo, se merecen la verdad. Ya está bien de escamotearles algo a lo que tienen derecho: una educación en profundidad que les dote de raíces, que les dé seguridad, que les ayude en su peregrinación vital. No les vendamos la ficción de que el esfuerzo es secundario, de que todo vale con tal de conseguir un éxito rápido, una felicidad 'de consumo', aparente y 'virtual'. Ya está bien de entontecer sus mentes ágiles y ávidas de experimentación mediante sucedáneos de una cultura de auténtica calidad.
Sin duda la lectura de los clásicos proporciona esas herramientas: intentar descifrar su lengua aviva el seso, saborear sus textos produce placer estético, asimilarlos hace que nos reconozcamos como seres humanos. Hay que leer a los clásicos en vivo y en directo, adentrándonos en el misterio sin miedo, sin intermediarios, buscando la belleza y la sabiduría. ¿Hasta cuándo vamos a darles la espalda? La sociedad tiene que investigarse a sí misma, para encontrar de nuevo su esencia, recobrar su inocencia, y recuperar su futuro. Porque todos nos lo merecemos, pero, sobre todo, los jóvenes.
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