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Reformica suena a reforma menor. En realidad, la 'reformica' de la que hoy me ocupo es un oxímoron, porque alude a uno de los cambios ... relevantes de la legislación española producidos durante el franquismo gracias a la jurista Mercedes Formica. De ahí el juego de palabras con el apellido de la letrada que sus contemporáneos le dispensaron.
Mercedes Formica no fue una feminista de izquierdas que se enfrentó al Régimen Franquista. Sí fue un agente de cambio que, dentro del sistema vigente, abrió grietas para que el feminismo y la igualdad progresaran. Licenciada en Derecho, se especializó en derecho de familia, y comprobaba caso tras caso de abusos domésticos cómo la mejor solución que le ofrecía la ley a las mujeres casadas era continuar en casa de su maltratador. Solicitar la separación significaba quedarse sin techo, sin sus hijos y sin dinero. El marido era el dueño legítimo de la casa familiar, tenía la patria potestad de los descendientes y manejaba la riqueza generada durante el matrimonio por el régimen de gananciales. El 'hasta que la muerte nos separe' era una realidad. Para algunas un epitafio. Y una evidencia que algunos jueces y juristas a comienzos de los años 1950 empezaron a mirar con escepticismo, porque era una ley injusta.
Un hecho concreto actuó de catalizador de conciencias: la señora Antonia Pernia Obrador, que sufría violencia doméstica, recibió más de una docena de puñaladas de su marido. No era la primera vez que la agredía, pero sí la primera que la agresión era de tal magnitud que salía en la prensa. Milagrosamente salió viva, que no libre, porque una vez le dieron el alta en el hospital volvió resignada a la casa de su maltratador, pues ningún juez iba a expulsar de la casa del marido al susodicho. Y la ley, una vez más afirmaba que en caso de separación, el domicilio era del marido. La mujer separada estaba sola, sin casa y sin dinero.
Mercedes Formica, abogada de profesión y defensora de muchas mujeres maltratadas, reflexionó sobre este caso y publicó un artículo en 'ABC', el periódico con mayor tirada del momento, titulado 'Domicilio conyugal'. Hoy este es el nombre con el que conocemos el lugar de residencia de los cónyuges durante el matrimonio, pero entonces era un concepto rompedor, porque suponía que en caso de separación era el juez el que determinaría quién se quedaría en el domicilio del matrimonio, que se reclamaba propiedad de ambos en aplicación del régimen de gananciales. La propuesta de Formica implicaba efectuar una reforma del Código Civil que eliminara la discriminación contra la mujer casada en caso de separación.
Era el momento idóneo. El 'ABC' aprovechó el impacto del artículo para lanzar una campaña de movilización por la causa, y una encuesta, que trascendió el territorio patrio. Hasta Franco recibió en audiencia a la jurista, y el propio presidente del Tribunal Supremo, José Castán Tobeñas, en la apertura del año judicial de 1954 hizo una alusión a que la ley debía de modificarse para reconocer el nuevo papel social de las mujeres.
Fue un inicio ilusionante, y largo, que culminó con la modificación del Código Civil a través de la Ley de 24 de abril de 1958. La ley cambió el término de casa del marido, por domicilio u hogar conyugal, o sea, de los dos; eliminó el concepto de depósito de la mujer, por el que un marido podría 'devolver a su esposa' a casa de sus padres, o a un convento. Además, se acortaron las ventajas del marido para administrar y vender los bienes del matrimonio, y permitió que las mujeres viudas que contrajesen nuevo matrimonio pudieran mantener la patria potestad sobre sus hijos.
La reforma de 1958 supuso una pieza destacada del lento proceso de cambio del régimen franquista, que veía cómo tenía que adaptarse a nuevos cambios sociales y económicos. Vendrían más cambios. En 1975 una nueva ley eliminó la licencia marital. En 1978 se despenalizó el adulterio para las mujeres. Y en 1981, ya con casi un quinquenio democrático, se logró finalmente la igualdad de ambos cónyuges. Conocer la historia de la igualdad en España es fundamental: primero, nos permite entender que cada avance ha sido fruto de un esfuerzo colectivo; segundo, que son más recientes de lo que a veces pensamos.
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