La sonrisa de Kasai
Europa necesita jóvenes, y los jóvenes inmigrantes necesitan a Europa
Víctor Meseguer y Alfredo Santos
Jueves, 17 de noviembre 2022, 01:32
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Víctor Meseguer y Alfredo Santos
Jueves, 17 de noviembre 2022, 01:32
Hacía tiempo que no era nadie, y lo sabía. Sus ojos abiertos en la claridad de su noche miraban de frente otro tiempo, cuando él y su hermano estudiaban en Kinshasa. Había sido buen estudiante. De eso hacía ya muchas noches con los ojos abiertos, ... muchos días oscuros, a pleno sol, trabajando sin respiro para nada. Había, sobre todo, mucha desesperanza. Fue su hermano Juvenal quien le convenció para viajar a un mundo mucho mejor, donde ganarían en un mes lo que allí les costaría años de trabajo.
Quienes les trajeron les habían asegurado trabajo y alojamiento. Si no fuera por la oscuridad que reinaba en aquella nave, atestada de colchones en el suelo donde dormitaban o, quizá también como él, miraban muy lejos de allí a otros nadie, alguien podría haber visto la amarga sonrisa de la realidad en el rostro de Kasai.
Hace algún tiempo había decidido que no quería que le siguieran engañando, había resuelto, por fin, denunciar a la policía cómo le estaban explotando. No sabía apenas el idioma de este país, pero tenía la firme decisión de no ser esclavo de nadie. Kasai es uno de los miles de niños y adolescentes extranjeros que llegan solos a España.
El ruido de una copa de vino rompiéndose contra el suelo me sacó de mi ensimismamiento. Kasai había vuelto a la cocina, después Alfredo seguía contándome –con las pupilas encendidas– una idea que quiere poner en marcha en la Asociación Ginso. Les cuento.
Los menores extranjeros llegan a España por diferentes medios, normalmente formando parte de un grupo que franquea la frontera ilegalmente, por tierra o mar. Aunque llegan con otras personas de su país, no tienen vínculo alguno con estas y se encuentran en desamparo social. El Estado se hace cargo de ellos.
Es el criterio de la política migratoria española, siguiendo normativas internacionales, lo que regula que finalmente no sean rechazados o devueltos. El Estado español asume la responsabilidad de la protección de estos, incluyendo su tutela hasta que alcanzan la mayoría de edad. A menudo algunos usan el paso por España como acceso a Europa.
Muchos de ellos son luchadores, enfrentados continuamente a mafias, barreras fronterizas e incluso al mar que les separa de la tierra de sus sueños. Poseen fuerza, inteligencia, sagacidad, capacidad de adaptación y, lo más importante, perseverancia. Solo esperan ser aceptados como seres humanos con dignidad. Es cierto que algunos llegan sin respetar las condiciones e incumplen las leyes. Pero lo extraordinario es que llegan con la ventaja de la juventud, que les da capacidad de adaptación, de cambio para integrarse en la sociedad.
Estos chicos podrían ser la alternativa a los hijos que faltan en España, superando el grave problema demográfico de Europa. Vienen ya criados, no hay que esperar a que crezcan para que formen parte de la solución. Solo hay que cambiar la forma de acogerlos, organizarlos, formarlos, fortalecerlos en labores adecuadas, e integrarlos como ciudadanos. Es una ecuación sencilla: Europa necesita jóvenes, y los jóvenes inmigrantes necesitan a Europa.
Europa envejece aceleradamente. El coeficiente de nacimientos por habitante demuestra que, en pocas decenas de años, faltarán ciudadanos europeos jóvenes que desarrollen las funciones de los más mayores, personas que cada vez tienen una esperanza de vida más larga.
Todo el mundo habla de quién trabajará para pagar las pensiones de los más mayores, pero nadie da soluciones efectivas. No se manejan números con las necesidades de los jóvenes. Hay un miedo profundo a tratar este tema.
El modo de vida europeo genera familias cortas, de pocos hijos. La vida es complicada y llena de necesidades. Por tanto, la solución se hace difícil encontrarla en el aumento de nacimientos, que en cualquier caso hay que fomentar de forma urgente.
Esta oportunidad es un círculo virtuoso para las dos partes, en el que todos salen ganando. Tengamos claro que en cualquier caso hay que actuar, dado que, si no se consigue la integración de estos niños y jóvenes, estos pueden convertirse en lo contrario, un círculo vicioso de menores que generan problemas de seguridad, formación de guetos y más desempleo, situaciones que, por desgracia, están ocurriendo ya. Ellos están ahora en Europa, y no se puede mirar para otro lado.
Únicamente hay que organizar la llegada de los menores, que de hecho llegan todos los días y han venido para quedarse. Debemos ayudarles y mostrarles sus posibilidades, e intentar incentivar una salida profesional digna, que les permita integrarse en la nueva sociedad, con derechos y deberes.
Eran las cuatro de la tarde cuando nos levantamos de la mesa, después de comernos uno de los mejores escalopes de Madrid en José Luis. Al salir del restaurante, vi cómo Alfredo le devolvió la sonrisa a Kasai, mientras pagaba la cuenta. Era una sonrisa nueva, aunque repleta de nostalgia y miedos. «Queda tanto por hacer... pero merece la pena, ¿y si empezamos a cambiar la historia?», concluyó mi amigo Alfredo mientras emprendíamos la vuelta a casa.
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