La ley del 'solo sí es sí', Ayuso y la ilusión, etc.
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Acusar en bloque a un grupo de profesionales de ser quintacolumnistas del patriarcado es justamente el discurso que da alas a los negacionistasLas lagunas en su redacción que presenta la ley del 'solo sí es sí', y que se ha traducido en la rebaja de la pena ... de cárcel de varios acusados por delitos sexuales, han llevado a la ministra Irene Montero a realizar casi una enmienda a la totalidad a la honestidad de jueces y juezas, acusándolos de constituir un irreductible frente machista. Efectivamente, el machismo es un problema estructural y atraviesa todos los estratos de la sociedad. En la judicatura existe el mismo grado de machismo que en cualquier otro gremio, y, como es bien sabido, de vez en cuando salta la noticia de alguna sentencia ignominiosa en la cual la agresión sexual de un hombre hacia una mujer se ha saldado con un argumento de disculpa hacia el agresor. Pero –casos extremos aparte– no se puede acusar en bloque a un grupo de profesionales de ser quintacolumnistas del patriarcado porque son justamente tales discursos los que dan alas a los negacionistas. Aquellos que luchan contra el reconocimiento de la violencia machista como una realidad incontestable esgrimen que los análisis que la avalan resultan tendenciosos y poco matizados. Contra ellos, cabe decir que la afirmación de que nuestra sociedad sigue regulada por los modos culturales del patriarcado es, en sí misma, un argumento matizado. No hay criminalización ni odio hacia los hombres, sino al sistema de violencia que el machismo ha consolidado a lo largo de los siglos. Cuando, en este sentido, se pretende achacar las imprecisiones de una ley al machismo generalizado de los jueces se pone en circulación un argumento no matizado que alimenta de razones a los retrógrados. Equivocarse no es delito cuando, sobre todo, se hace en el intento de mejorar el marco jurídico y la seguridad de las mujeres. Pero si un texto legal es mejorable, se reconoce y ya está. La violencia sistémica contra la mujer es una realidad tan objetiva e irrefutable que no necesita de sobreactuaciones para señalarse. Reformúlese la ley, y hágase de manera que se obtenga con ella una maquinaria perfecta que no deje a ningún sinvergüenza y depredador sin castigar. Necesitamos potentes recursos legales, y no ajustes de cuentas basados en prejuicios.
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Y, en otra dimensión o realidad paralela, se encuentra Isabel Díaz Ayuso. Después de que 300.000 sanitarios salieran a la calle el pasado domingo –en lo que constituyó una estampa de otra época–, esta pasada semana la presidenta de Madrid se ha descolgado con la petición a Sánchez de eliminar, en Navidad, el límite de horario a los escaparates con el fin de mantener la «ilusión». Ayuso es la principal representante política española de lo que podríamos denominar el 'populismo de lo superfluo'. A sabiendas de que cualquier intento de centrar su gobernanza en lo sustancial le habría llevado a visibilizar su mala gestión, la lideresa madrileña ha decidido convertir su mandato en una 'manipulación de lo estético'. El paisaje estético generado por las terrazas de los bares atestadas de gente y los escaparates iluminados hasta cegar a los viandantes se ha convertido en su principal tarjeta de presentación política. En realidad, el modelo de Ayuso es la ciudad de Las Vegas y la posmodernidad 'kitsch'. Si por ella fuera, salpicaría Madrid de espectaculares luminosos y pantallas gigantescas que aumentaran la sensación de simulacro y suspendieran la conciencia crítica del ciudadano. Lo estético, en el caso de Ayuso, constituye una renuncia a lo político. Su discurso se afana en reducir la profundidad de lo real a la bidimensionalidad de la pantalla, del paisaje espectacular y excesivo. La luz de los escaparates es la perfecta metáfora de su estrategia política: estas ventanas a la calle funcionan como espacios de seducción a través de los cuales activar la ilusión del eterno consumo como acceso a la felicidad. Si la luz se apaga, la ilusión desaparece, y el ciudadano pierde su principal foco de distracción. Cuando el simulacro desaparece, la realidad asoma. Y esta realidad trae consigo urgencias cerradas, falta de médicos, etc. Ayuso practica una 'política de escaparate' y, naturalmente, un escaparate apagado está vaciado de su capacidad de seducción y se revela como triste arma de ilusión desactivada
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Comienza el Mundial de fútbol y, con él, la ceremonia global del cinismo. Infantino –quien rogó hace unos días el cese de la guerra de Ucrania durante solo el mes que dura el campeonato–, Ceferin y Rubiales predicarán el evangelio de los valores asociados a este deporte mientras, ante los ojos de todo el mundo, se blanquea un régimen autoritario que se pasa la libertad por el forro de sus petrodólares. Como ha escrito Santi Segurola, el fútbol comenzó siendo un deporte, luego pasó a ser un espectáculo y, finalmente, ha degenerado en un negocio.
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