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Quizás crean que la desgracia más grande que nos puede ocurrir en este principio de año del Señor, aparte temas de salud que son más serios, puede ser que no te toque la lotería, que tus amigos te den la matraca con la canción de ... Shakira, que tu cuñado insista en lo de los comunistas y separatistas (estribillo hilarante de la extrema derecha y aliados), que un ciclista te atropelle cuando vas tranquilamente por la acera, o que tu equipo pierda dos partidos seguidos. Nada de eso es peor que te llegue el sobre negro.
¿Qué es el sobre negro? Su tamaño es de cuartilla. La mitad izquierda está cubierta por un plástico negro que impide ver el contenido. Solo la mitad es negro, pero dado su originalidad, permítanme llamarlo por su totalidad, a modo de sinécdoque: negro. A la derecha lleva una ventanilla transparente en la que se lee perfectamente el destinatario, con su código de barras por encima. Debajo de la tal ventanilla, el remitente: Agencia Tributaria. Ministerio de Hacienda y Función Pública. Imagino que no pocos lectores, y lectoras, habrán recibido un espécimen como el descrito. Saben de lo que hablo. Para los que no han recibido aún el tal sobre negro, les diré que, cuando se lo entregue en mano el cartero, échense a temblar. Nada bueno les va a decir.
Pero, ¿qué contiene el sobre negro? Vamos a ver. Yo los he recibido de dos tipos: uno, con lo que llaman una complementaria; dos, el último, con un requerimiento. He de confesarles que jamás he hecho de mi puño y letra una declaración de Hacienda; me la hacen, y me la hacen estupendamente, especialistas en la cosa, además de amigos. Ellos no se equivocan. Cuando llega la llamada complementaria es porque algún dato extravié cuando pasé las justificaciones a mis gestores. Raro, porque ahora saben todo lo que has ganado y todo lo que has gastado. Pero, a veces, pasa. Se soluciona inmediatamente: pagas y en paz. Además, que no suele ser mucho, puesto que ya ingresaste un pico en junio.
Vamos a la carta negra reciente, la del tipo 2. Leo que «han detectado ciertas incidencias» que hay que subsanar, pero no te indican cuáles: tienes que llamar a un teléfono o meterte en una página web. Meterte en esa página web es como meterte en el laberinto del fauno. No entiendes nada. Como no entiendo la literatura (que de eso sé algo) de los varios folios de la carta negra. Ya digo que no tengo problema, porque hay quien me lo resuelve. Pero mentiría si no manifestara mi indignación ante esta manera de tratar al contribuyente. Según parece, esta carta negra no es más que una comprobación de que lo que dijiste hace cuatro años es verdad. Es como si Hacienda sorteara entre los que pagamos y, si te toca, tengas que demostrar que lo has hecho bien. Y ahí está el primer motivo de enojo. ¿Por qué esa lotería cae a funcionarios, que estamos totalmente controlados, y en mi caso, en plena y gozosa jubilación, siendo evidente que pagamos los impuestos que nos corresponden? ¿Por qué no lo hacen, o no lo hacen como sucede con nosotros, con quienes esconden sus ganancias en sociedades anónimas, empresas paralelas o mil añagazas 'legales' que haberlas haylas? El blanco perfecto es el funcionario.
Hablaba de la literatura tecnológica del sobre negro. ¿Saben ustedes que en un párrafo dice que «les consta la transmisión de varios inmuebles», así, en plural, como si los profesores nos dedicáramos a vender pisos en nuestras horas libres. Pero tampoco eso es lo peor. Lo peor es el tono general de estos escritos, que te señalan como culpable de algo que no tienes ni idea de qué puede ser. Eso es lo peor, y lo que yo, si fuera abogado, denunciaría a la administración por acusación indebida. Recibir un sobre negro es decirte que eres un delincuente. No con esas palabras, pero parecidas. Y si no, vean a qué nos arriesgamos: a «una multa pecuniaria». Por el amor de Dios. ¡Amenazar a funcionarios jubilados que pagan religiosamente lo que les dicen que tienen que pagar!
Cosas veredes, Sancho. Hoy más que querer meterme con Hacienda (¿quién es Hacienda, el ministro, el delegado, el funcionario...?) deseo pedir respeto al ciudadano de a pie. Al que llaman contribuyente, porque contribuye, y muy orgulloso, a mantener la sanidad, la educación, las carreteras... A cambio, recibimos soponcios en forma de carta negra.
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