El síndrome Darrin
SI SALIMOS DE ESTA ·
Historia de un cambio en el peor truco de magia de siempreSecciones
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Historia de un cambio en el peor truco de magia de siempreHay regresos que saben a viaje de ida. Como ahora, que ser los de antes no es como siempre. Las aceras respiran parecido, las casas ... vuelven a acoger comidas de mantel grande y muchos platos, y las caras de las videoconferencias son otra vez de carne y hueso y en tres dimensiones. También el rodar de los coches y el remolino de las terrazas han traído de vuelta el ruido que hacen las cosas al moverse. Hasta las manifestaciones han regresado. Sin embargo, al volver a edificar las vidas que teníamos sobre los mismos cimientos, algunas piezas del puzle nos han quedado fuera o en el sitio equivocado.
Hay días en que sé que hemos retomado el juego pero no tengo claro que hayamos sabido devolver las fichas al lugar en el que estaban hace dos meses. Algo huele a impostor. Algunos cambios son sutiles, otros no puedo pasarlos por alto. Es como lo que ocurrió en 1969, cuando el actor Darrin Stephens se vio envuelto en uno de los peores trucos de magia de siempre. Durante seis años había estado interpretando al marido de la bruja Samantha en la serie 'Embrujada'. Entonces, de la noche a la mañana, se esfumó ante los ojos de la audiencia para ser sustituido por otro actor, Dick York, con quien no guardaba excesivo parecido físico. Todos se dieron cuenta del cambiazo.
Los problemas de salud de Darrin no le permitían continuar con los rodajes, pero el producto era demasiado exitoso y prescindir de su figura trastocaba los planes de los guionistas. Así que, en lugar de acabar con el personaje con una muerte repentina, el marido de Samantha cambió de cara, de cuerpo y de cinética.
A la extraña sensación que te queda mientras miras en la pantalla a un personaje que ha vivido en dos o más cuerpos se la denomina hoy, en su honor, el síndrome Darrin. Hemos visto muchos ejemplos a lo largo de la historia, y seguro que cada cual recordará algunos con mayor dolor que otros, según su vínculo con el personaje y con el actor sustituido. Es difícil aceptar que un desconocido tome el lugar de la persona a la que esperabas ver. Del mismo modo, a mí me cuesta aceptar que los manifestantes que conocíamos, aquellos habituales de marchas por una mejor sanidad pública, por la educación, por la igualdad o el fin de las injusticias hayan sido sustituidos, sin más explicación, por señores como el que, megáfono en mano, pide el desconfinamiento desde la parte de atrás de un coche de lujo descapotable, mientras su chófer lo pasea por el barrio de Salamanca. Como si fuera el mismo papel.
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