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En vísperas de las fiestas navideñas asistimos con preocupación al recrudecimiento de la pandemia en Europa, mientras España se halla inmersa de lleno en una ... nueva ola epidémica, la sexta ya. En la Región de Murcia no ha hecho falta aguardar a la Navidad para haber rozado los 1.000 nuevos casos en un solo día. Atendiendo al indicador de incidencia acumulada nos encontramos en un nivel de riesgo muy alto en al menos 14 municipios y, aunque la carga asistencial se mantiene aún en un nivel bajo, la tendencia es preocupante.
Ante este panorama, la respuesta articulada por la mayoría de las comunidades autónomas (ya van once) está siendo la exigencia, con distintos matices, del pasaporte Covid para acceder a la hostelería, restauración y ocio nocturno. Una medida, en palabras del consejero de Salud, a la que se recurre en la Región de Murcia para «evitar imponer restricciones más drásticas», y que deja insatisfecha a la patronal hostelera murciana que incluso reclama su aplicación «en toda la vida pública».
Pero, ¿qué se persigue realmente con el pasaporte Covid?
¿Frenar los contagios? Aunque las vacunas actuales protegen parcialmente frente a la infección, lo cual reduce el riesgo de transmisión del virus, ese riesgo no es ni mucho menos nulo y, de hecho, parece ser mayor entre vacunados. Esto, como conjetura el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), posiblemente se explique por un comportamiento menos precavido de las personas vacunadas que podría contribuir a incrementar la transmisión. No solo eso, sino que el impacto de la vacunación para reducir dicha transmisión parece declinar a partir de 2-3 meses de la inoculación de la segunda dosis. A la vista de esto, ¿no podría alimentar el pasaporte Covid una falsa sensación de seguridad entre las personas vacunadas que en realidad favoreciese la transmisión? No en vano, la Organización Mundial de la Salud ha atribuido el repunte de la pandemia en Europa a la «falsa sensación de seguridad» que han producido las vacunas, y la Ponencia de Alertas del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud ha afirmado que «no hay evidencia» de que el pasaporte Covid tenga un efecto en la reducción de la transmisión del virus.
¿Estimular la vacunación de los reticentes? El anuncio realizado el 12 de julio por el presidente Macron, anticipando la obligatoriedad del 'pass sanitaire' en Francia, fue seguido de una avalancha de peticiones de vacunación. Pero Macron no solo anunció la instauración del pasaporte Covid, sino también la obligación de vacunarse de todos aquellos empleados que trabajasen en contacto estrecho con el público, casi dos millones de trabajadores ¿Qué pesó más en las solicitudes de vacunación, el pasaporte Covid o la vacunación obligatoria? Difícil saberlo. En cualquier caso, sí hubo una aceleración del ritmo de vacunación entre la población de 18 a 29 años, lo cual indica que sirvió para estimular transitoriamente la cobertura de los más jóvenes. Pero es que la tasa de vacunación el 12 de julio en Francia rondaba el 38% de su población total, mientras que en España, a principios de octubre, cuando comenzó a utilizarse el pasaporte Covid, era del 78,5%. Y aunque Francia tiene en la actualidad una tasa de vacunación superior al 71%, ya está reportando hasta 50.000 casos diarios. Los datos sugieren que la introducción de esta medida en nuestro país ha 'animado' la vacunación, cierto, pero a un ritmo desigual entre las distintas comunidades autónomas, apreciándose en general un 'efecto llamada' tras el anuncio de la entrada en vigor del certificado, para luego perder fuelle conforme transcurren las semanas.
¿Reactivar la economía? Claramente, a mi juicio, el pasaporte Covid tiene un fin más económico que epidemiológico. Un claro indicio en este sentido es que el 23 de noviembre se aprobara en la Comisión de Salud Pública del Consejo Interterritorial un nuevo 'semáforo Covid' sin restricciones aparejadas, obviando la propuesta de los expertos de adelantar a las 23 horas el cierre de la hostelería y a la 1 el de las discotecas.
Entonces, ¿qué hacer? En un contexto de absoluto descontrol de la pandemia en Europa, con una nueva variante (Ómicron) más contagiosa en circulación, no podemos fiar la contención de la transmisión a las nuevas primeras dosis que pueda incentivar el pasaporte Covid. Ahora no queda otra que recurrir a las medidas que sabemos que funcionan: la utilización de la mascarilla; la adecuada ventilación de los espacios interiores; la restricción de aforos y agrupamientos y el adelanto del horario de cierre de los locales de ocio. En paralelo hay que avanzar en la inoculación de la dosis de refuerzo, ampliándola a toda la población de 40 años en adelante, como recomienda el ECDC, y acelerar la cobertura de la población infantil. Eso y mostrar más generosidad (o egoísmo inteligente) para con los países de ingresos bajos, coadyuvando a la vacunación masiva de sus poblaciones.
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