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No se alarmen ustedes. No voy a escribir nada sobre la reciente crisis del Partido Popular. Ya tuvieron un atracón informativo hace unos días sobre ... el asunto y, además, yo poco podría añadir a todo lo que ya se ha hablado y especulado. Lo que me ha llamado la atención es que a uno de los principales protagonistas de estos acontecimientos, D. Teodoro García Egea, que era secretario general del partido, se hayan referido en múltiples ocasiones en los medios de comunicación no por su nombre o cargo, sino como «un señor de Murcia».
Sin que yo haya hecho una búsqueda exhaustiva, me he encontrado la cita en no menos de media docena de artículos y comentarios en la prensa. No he visto, sin embargo, ninguna referencia a otros de los actores de este asunto llamándoles «un señor de Palencia» o «un señor de Orense».
Mi sensación es que los escritos que evitaban el nombre de García Egea refiriéndose a él como «un señor de Murcia» tenían la intención de un tono claramente despectivo. Como si esa frase, que simplemente denota procedencia, sirviera además como uno más de los argumentos desgranados en su contra. Esto es ciertamente sorprendente, pero, sobre todo, es triste e injusto. No solo por este caso en particular, sino por lo que puede suponer para todos los que vivimos aquí, es decir, para todos los señores y señoras de Murcia.
Es posible que la expresión «un señor de Murcia» deba parte de su aparente éxito a una obra de teatro del escritor Miguel Mihura estrenada en Madrid en el año 1964 y que tenía por titulo 'Ninette y un señor de Murcia'. El personaje de la obra era Andrés, un joven murciano, propietario de una tienda de artículos religiosos, al que se caracteriza como sencillo e ingenuo. Con el dinero de una herencia, hace un viaje a París, donde conoce a Ninette, la hija de los dueños de la pensión en la que se aloja, y de la que se enamora. La obra recrea una serie de enredos que impiden a Andrés bajar a la calle durante toda la estancia sin que llegue a conocer París. La culpa son los encantos y el ingenio de Ninette para mantener a su lado al joven murciano con el que acabará casándose. De hecho, hubo una segunda parte, titulada 'Ninette: modas de París' que ya se desarrolla en la ciudad de Murcia al instalarse la pareja tras el matrimonio.
En lo que yo recuerdo de la obra de teatro y, sobre todo, de una posterior película en la que a Andrés lo encarnaba el actor Fernando Fernán Gómez y a Ninette, la actriz Rosenda Monteros. La imagen que se daba del joven era la de un provinciano, pero sin ser peyorativa, ni despectiva. Incluso en aquellos años, podría decirse que muchos hombres de todos los rincones de España sintieron verdadera envidia de la suerte que corrió el murciano en su encuentro con Ninette.
El uso tendencioso actual de la expresión tiene más que ver con lo que ya escribí en esta columna hace algún tiempo sobre un asunto relacionado: la profusión de chistes y chascarrillos sobre Murcia y los murcianos. En ese contexto de desprestigio de la Región, pintada como un lugar pobre y atrasado lleno de pueblerinos, puede enmarcarse el uso de esta frase con las connotaciones de estos días. Este sambenito que llevamos colgado no deja de ser un lastre, no solo para la imagen de la Región, sino, lo más importante, también para cada uno de sus ciudadanos. No hay duda de que asuntos como el desastre ecológico del Mar Menor, las malas comunicaciones ferroviarias o los pobres resultados en diversos indicadores de riqueza y bienestar son una lacra real. Pero el mayor riesgo está en que seamos nosotros mismos los que interioricemos estas ideas asumiendo un, por otro lado, inexplicable complejo de inferioridad. Y por supuesto, lo que sería un desastre es que nuestros representantes en cualquier foro se dejaran llevar por esa especie de estigma y no se hicieran valer.
No tengo una varita mágica para proponer estrategias que hagan revertir esta situación, pero mi modesta recomendación sería elevar nuestra autoexigencia y mostrar orgullo positivo por todo lo hecho excelentemente aquí por señoras y señores de Murcia. Frente a los estereotipos, cambiemos las realidades, elevemos nuestro nivel en las escuelas y universidades, la cultura y tecnologías propias, tengamos un mejor cuidado de la salud y del entorno natural y avancemos hacia una región más equilibrada y deseable.
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